La historia de los mártires de Barbastro: así murieron estos héroes seminaristas españoles

En 1936, los 41 seminaristas claretianos de Barbastro fueron asesinados y se convirtieron en mártires perdonando a sus verdugos

La historia de los mártires de Barbastro: así murieron estos héroes seminaristas españoles

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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"Testigos de la fe y del Evangelio, Mártires de Barbastro, gloria de la Congregación y de la Iglesia, anuncio del Señor resucitado, profetas del amor y la esperanza, Mártires Claretianos. Cantando a Cristo Rey ganáis la altura, nostalgia nos dejáis en vuestro vuelo". Así conmemoran los claretianos cada 13 de agosto a los Mártires de Barbastro. Fueron beatificados por San Juan Pablo II en 1992.

Murieron, en palabras del Sumo Pontífice, "por ser discípulos de Cristo, por no querer renegar de su fe y de sus votos religiosos". Carlos Latorre Giral, sacerdote y misionero claretiano, nos ha contado su historia.

Historia de un martirio

Latorre está muy vinculado a Barbastro. Sus padres se casaron allí, y él se ordenó sacerdote en el monasterio del Pueyo, cerca de Barbastro. Estuvo como misionero en Paraguay, Suiza y el madrileño barrio de Vallecas. Desempeña el cargo de Superior de la Comunidad de Misioneros Claretianos de Barbastro. Además, dirige el Museo de los Mártires de Barbastro.

En la entrevista a COPE, ha descrito cómo dos seminaristas claretianos de los 41 martirizados en la capital del Somontano consiguieron escapar. "Eran jóvenes seminaristas, en total 41. Dos de ellos se libraron, por ser argentinos, pero en el último minuto. Estaban en Barbastro porque, para los superiores, era un lugar muy tranquilo, que aquí nunca pasaba nada. Pero aquel mes de julio de 1936 fue la hecatombe. Prácticamente todo el Seminario fue asesinado", relata.

El 20 de julio los milicianos asaltaron el Seminario de Barbastro para "requisar las armas que había en él. Naturalmente en el Seminario no había armas. Era la excusa", afirma Latorre. Tan sólo era cierto que varios seminaristas estaban realizando la instrucción militar, obligatoria en aquella época.

Pero los claretianos carecían de armas. Fueron detenidos y encarcelados en diferentes lugares de Barbastro. Los Superiores del Seminario fueron llevados a la cárcel municipal. A los ancianos de la Comunidad Claretiana los enviaron al colegio de las Hermanitas de los Hermanos Desemparados. Casi todos los jóvenes seminaristas, y el resto de la Comunidad, fueron encerrados en el salón de actos del colegio de los Padres Escolapios, junto al Ayuntamiento. Dos de ellos, Jaime Falgarona y Atanasio Vidaurreta, permanecieron en el hospital hasta el 18 de agosto, cuando fueron fusilados.

Quienes presenciaron la detención cuentan que, en la calle, se vivió una mezcla de emociones: "Muchos insultaban y amenazaban a los Misioneros, que caminaban pacíficamente, sin un mal gesto, sin una mala palabra, con la mirada serena y fija en el suelo. Pero bastantes se compadecieron de aquellos jóvenes, diciendo 'son tan jóvenes...'". Así lo contaban los más ancianos del lugar, como recuerda el sacerdote claretiano.

Salvados del fusilamiento en el último minuto

Pablo Hall y Atilio Parussini, los dos argentinos, tras ser liberados, dieron en Roma testimonio de lo vivido en Barbastro: "Rezábamos entre once y doce de la mañana las preces (...) teníamos lectura espiritual, sirviéndonos para ello del breviario (...), al atardecer rezábamos el rosario en comunidad, por pequeños grupos (...), al comenzar el mes de agosto hacíamos el ejercicio de la novena al Inmaculado Corazón de María (...) Cada uno en particular rezábamos muchísimo, sobre todo partes de rosario y rosarios enteros (..) bastantes rezaban cada día de 25 a 30 partes de rosario, amén de otras devociones, ratos de lectura espiritual y piadosas conversaciones". Puedes leer el contexto aquí, y las cartas de Hall y Parussini en este enlace.

¿Qué aporta a los jóvenes el testimonio de los Claretianos de Barbastro?

A pesar del sufrimiento que padecieron, los Mártires vivieron aquellos días con alegría y compañerismo, explica Latorre. "El punto clave está en como vivieron, y la fraternidad entre ellos. Fue una comunidad tan fraguada que, aunque cuatro de ellos, se pudieron salvar, prefirieron morir con sus compañeros antes que salvarse solos. Eso es el sentido de la comunidad cristiana. Uno solo puede ir muy lejos, pero con los compañeros puede ser un héroe".

Tres seminaristas mostraron fidelidad a su fe y a sus compañeros, expuso el sacerdote. Un hombre, que estaba de guardia, se acercó a Salvador Pigen. Le conocía desde que trabajó en el Hotel Centro de Gerona, donde trabajaban unos familiares de Salvador.

El guardia "le propuso sacarlo por la noche, y salvarlo del fusilamiento", relató el sacerdote. Salvador contestó "Si me salvas con los demás, acepto". A Manuel Torras le pasó lo mismo. Un miliciano, "del mismo pueblo, incluso de la misma calle, le reconoce y le intentó sacar por la noche". Manuel respondió "Si es con todos, sí". Miguel Massip, que "tampoco aceptó la propuesta si no era liberado junto a sus compañeros". Los seminaristas claretianos declinaron la oferta. Respondieron, contó Latorre, "o salen todos, o no hay nada que hacer. No podemos abandonar a nuestros compañeros".

Latorre también destaca el "amor a la Eucaristía de estos seminaristas. Consiguieron sacar del Seminario el Santísimo, en un pequeño maletín, y consiguen comulgar durante el día, gracias al cocinero". A diario, este preparaba el desayuno y "ponía entre el pan y el chocolate, trocitos de la Sagrada Forma, hasta que se terminaron. Y algunos se guardaban ese trocito, se ponían de acuerdo entre ellos, para luego poder hacer adoración... ¿Donde está la fuerza del cristiano? en Jesús, en la Eucaristía", detalla.

Otro ejemplo de amor cristiano, añade, son las frases escritas por los Mártires pues "llenaron las paredes y los bancos del salón de los Escolapios con frases de perdón hacia quienes les iban a asesinar. Por ejemplo: "Perdonamos a nuestros enemigos" y “a los que vais a ser nuestros verdugos, os enviamos nuestro perdón”. En los pequeños textos, conservados en el Museo, también escribieron sus intenciones de orar por la humanidad, por los milicianos y sus familias. Incluso cuando fueron ejecutados dijeron a los milicianos "os perdonamos".

Nunca perdieron la sonrisa durante su cautiverio, aunque vivieron momentos muy tensos en la cárcel. En el ambiente había muchos gritos, pues la gente se asomaba por las ventanas, insultando y burlándose de los seminaristas, relató el Superior de la Comunidad Claretiana de Barbastro.

Los milicianos acosaron día y noche a los Mártires, contaron Hall y Parussini en Roma: "Constantemente emitían soflamas como 'no os odiamos a vosotros, sino lo que representan vuestros trapos (las sotanas). Quitaos esos trapos y uníos a la revolución'. Los Mártires contestaban que preferían morir por amor a Cristo e, insistentemente, daban su perdón a quienes les iban a fusilar".

En la película 'Un Dios Prohibido' se ve a varios seminaristas llevando alegría a sus compañeros. Es un hecho totalmente real, a pesar de la tensión que vivieron. Los jóvenes tenían prohibido hablar. Pero varios, "tres de ellos, o cuatro, se organizaron para hacer reir a sus compañeros. Porque la tensión era tan fuerte día y noche que, sólo, un poco de buen humor, podía distendir, desahogar esa tensión. No era un teatro propiamente tal, pero aprovechaban el salon", explicó Latorre. En aquellos días también cantaron canciones como 'Jesús ya sabes, soy tu soldado'. Es un himno claretiano, compuesto por el Padre Vidal Bandrés, tío de Javier Luis Bandrés.

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El Museo de los Mártires de Barbastro

El Museo se levantó donde estuvo el Seminario Claretiano, inaugurado en 1992. Al lado, bajo la iglesia del Corazón de María, se conservan los restos de los Mártires de Barbastro. Esta iglesia, construida en 1888, es la primera iglesia de española dedicada al Corazón de María.

En el museo hay breves escritos "en papel de chocolate, un taburete, un pequeño trocito de madera, el ingenio de los mártires dejó constancia de sus sentimientos", contó Latorre. Hay diversos objetos que pertenecieron a los seminaristas. Por ejemplo, un diccionario chino que perteneció a Rafael Briega. También una carta suya, que dirigió a un compañero destinado en China.

La misiva decía: "Ya que no puedo ir a China, como siempre había deseado, ofrezco mi sangre por las Misiones de China". Carlos Latorre explica cómo una reliquia de Rafael llegó hasta China años después de su muerte. También, se conserva la escalera por donde bajaron los seminaristas el día de su detención. Aquí se puede visitar virtualmente el Museo.

Los Beatos Mártires de Barbastro se llamaban: Felipe de Jesús Munárriz, Juan Díaz Nosti y Leoncio Pérez (los tres 3 superiores del Seminario). El 12 de agosto fueron martirizados: Sebastián Calvo, Pedro Cunill, José Pavón, Nicasio Sierra, Wenceslao Claris, Gregorio Chirivás, Secundino Ortega, Juan Echarri, Javier Luis Bandrés, Pedro García, José Brengaret, Hilario Llorente, Manuel Buil, Alfonso Miquel, Antolín María Calvo, Ramón Novich, Tomás Capdevila, José María Ormo, Esteban Casadevall, Salvador Pigen, Eusebio Codina, Teodoro Ruiz de Larrinaga, Juan Codinachs, Juan Sánchez, Antonio Dalmau, Manuel Torras, Luis Masferrer, Francisco Castán, José María Amorós, Luis Escalé, José María Badía, José Figuero, Juan Baixeras, Ramón Illa, José María Blasco, Eduardo Ripoll, Luis Lladó, Francisco Roura, Miguel Massip, José María Ros, Manuel Martínez Jarauta, Alfonso Sorribes, Faustino Pérez, Agustín Viela, Sebastián Riera, Rafael Briega Morales, Jaime Falgarona y Atanasio Vidaurreta. Todos murieron de rodillas, gritando “viva Cristo Rey!" y perdonando a sus verdugos. En palabras de San Juan Pablo II murieron "por ser discípulos de Cristo, por no querer renegar de su fe y de sus votos religiosos". Puedes conocer su historia aquí.

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