Del suspense al huracán de gracias de lo Alto

Fue un viaje para la historia y Jesús de las Heras lo ha querido recordar en ECCLESIA: "El huracán Wojtyla derramó sobre España tantas y tantísimas gracias hace 40 años"

Jesús de las Heras Muela

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He vivido con gratitud y emoción el cuadragésimo aniversario de la primera visita apostólica a España del Papa Juan Pablo II. Y he tenido también la dicha de poder compartir en público y en privado algunos aquellos recuerdos imperecederos de aquel viaje. Quien esto suscribe tenía 23 años largos. Y en sus venas se trasfundían ya las dos “sangres” que han acompañado y acompañan toda mi vida: la sacerdotal (como luego diré, precisamente san Juan Pablo II fue quien ordenó sacerdote en aquel viaje, el 8 de noviembre en Valencia) y la periodística.

Ahora, al ordenar e hilvanar estos recuerdos (volver a traer al corazón significa la palabra recordar), destacaría tres.

Mi primer recuerdo es evocar lo esperado, lo anhelado y hasta complicado y en vilo y un hilo que fue aquel viaje, del que conservó tantas imágenes. Como resumen de esta primera aproximación, baste decir que fue pospuesto por un año (iba a ver sido en la mitad de octubre de 1981) y, al final, hubo también de ser pospuesto por otras dos semanas más, habida cuenta de las elecciones generales convocadas en España para el 28 de octubre de 1982.

En segundo lugar, además de por televisión, pude acompañar a Juan Pablo II en el encuentro con los jóvenes del Santiago Bernabéu, en la tarde del 3 de noviembre (aquello fue impresionante, memorable, emocionante). Y en la mañana del 4 de noviembre en un polígono industrial de Toledo, en encuentro con los movimientos de apostolado seglar asociado, en donde, como diácono, puede impartir la comunión.

Pero, claro, mi recuerdo inolvidable de aquel viaje y que dejó huella sacramental indeleble en mi fue la ordenación sacerdotal recibida en Valencia de manos del mismísimo papa. Desde entonces han resonado y siguen resonando en mi mente y en corazón aquellas palabras suyas de que fuéramos sacerdotes de cuerpo entero y que no olvidáramos que habíamos sido y habríamos de ser para siempre llamados, consagrados y enviados por el mismo Señor Jesucristo para servirnos no a nosotros mismo, sino para amar y servir a su pueblo santo.

Y, además, y desde entonces, con modestia y si se me permite decirlo, mi biografía sacerdotal y periodística ha fluido y coincidido, en tantas y en tantas ocasiones, de la mano de aquel hombre providencial, de aquel atleta de Dios, que fue y sigue siendo san Juan Pablo II.

Fue un viaje para la historia, en el que el huracán Wojtyla (con esta frase, “Huracán Wojtyla”, tituló un diario español, ya extinto, el resumen de aquel viaje) derramó sobre España tantas y tantísimas gracias hace 40 años. ¿Qué cuáles fueron sus frutos? Recordemos la frase de san Pablo: “Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer; de modo que, ni el que planta es nada, ni tampoco el que riega; sino Dios, que hace crecer” Y estoy seguro de que Dios hizo y sigue y seguirá haciendo crecer numerosos frutos.

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