El viaje de catorce jóvenes por los monasterios de España: "Ponemos todo en mano de la Providencia"

Durante la peregrinación está prohibido pedir ni alojamiento ni comida, todo se lo tiene que poner el Señor en su camino y aceptar lo que Él les vaya dando

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Los jóvenes de la parroquia del Carmen de Lucena en Córdoba hacen todos los años un viaje en el que se pone en manos de la Divina Providencia, lo cual significa ponerlo todo en manos del Señor y aceptar lo que Él les vaya dando, sabiendo que en ningún momento se va a desentender de cada uno de ellos. 14 jóvenes han vivido esta experiencia de Dios que han definido como “Monasterios en ruta” acompañados por el sacerdote Eugenio Bujalance.

El sacerdote ha hablado con Aleluya y ha compartido el resultado final de una experiencia muy enriquecedora para todos los jóvenes: “La iniciativa surge con el anterior párroco, él llega a la parroquia, los jóvenes estaban un poco abandonados y tiene como iniciativa este proyecto que ha ido evolucionando con los años. Lo más importante es esa necesidad de evangelizar durante el tiempo libre, una oportunidad que estamos desaprovechando”.

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Conocer la vida contemplativa masculina y femenina

Pero, ¿cómo funciona esta peregrinación?: “Ponemos 150 € por persona y con este dinero se pagan las furgonetas, la gasolina y la comida. Ya de partida, la mitad del presupuesto se gasta en el alquiler de la furgoneta, por lo que queda poco para comer y alojamiento. Y también se marca un objetivo, conocer a una realidad de la Iglesia y este año era la vida contemplativa. A lo largo del viaje se medita sobre un tema y este año era el de la amistad y en los monasterios donde hemos parado hemos reflexionado también sobre este tema”.

Estaba prohibido pedir nada, ni alojamiento ni comida, todo se lo tenía que poner el Señor en su camino. Si nadie les ofrecía nada durante el día, por la noche el grupo buscaba un camping, albergue o algún lugar donde poder acampar. Fue así como emprendieron esta verdadera aventura para conocer la vida contemplativa masculina y femenina, saber cómo viven y de esta manera, aprender a valorar una vida que a veces pasa muy desapercibida para todos.

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"Disfrutar del encuentro con el Señor y dejarse sorprender"

Eugenio ha hablado también sobre los problemas que ha habido durante la peregrinación: “A veces ha habido días que se han enfadado entre ellos, ha habido problemas como es normal, pero ellos ven en esos momentos, en el que el Señor los pone al límite, que cosas tienen que cambiar de su vida. Eso me ha parecido muy positivo”.

Poner todo en mano de la Providencia a veces puede ser difícil y Eugenio admite que: “Lo que pasa es que los jóvenes se dan cuenta de que el Señor no les da lo que están pidiendo y de la manera que ellos quieren. Eso cuesta aceptarlo, pero les viene bien también para reforzar esa confianza en el Señor”.

Lo más importante en estas peregrinaciones, como dice padre Eugenio es “disfrutar de ese encuentro con el Señor y dejarse sorprender. Los jóvenes quieren tenerlo todo atado, pero luego se dan cuenta de que el Señor cambia sus planes y las cosas no son siempre como ellos quieren”.



"La suprema forma del amor es la amistad"

El resultado final de la peregrinación Eugenio lo resume en una frase de Santo Tomás de Aquino: “Él dice que la suprema forma del amor es la amistad. Todos nos hemos dado cuenta de que el Señor se manifiesta por medio de las relaciones humanas y ellos son conscientes que tienen que reforzar esos lazos porque la amistad no es solamente tu mejor amigo, pero está también en tu familia, en tus compañeros de la universidad, de trabajo”.

Sobre uno de los mejores momentos de la peregrinación, padre Eugenio claro que fue cuando les recibieron los hermanos de Mondragón: “Nos pidieron solamente una cosa, vivir como ellos. Si vosotros de verdad queréis vivir esta experiencia, aceptar nuestras normas de comunidad, el estilo de vida y de esa manera podréis valorar luego lo que es la vida contemplativa de una manera totalmente distinta. Eso nos permitió unirnos a ellos en la liturgia, pero también sus tiempos de comunidad, estuvimos trabajando, el ora et labora ha sido una experiencia preciosa. Unos fueron a la huerta, otros en la cocina o en la lavandería”.

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