El valor intercesor de nuestros Mártires

El valor intercesor de nuestros Mártires

Agencia SIC

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Mons. Carlos Escribano El pasado 13 de Octubre tuvo lugar en Tarragona la beatificación de 522 mártires de la persecución religiosa acaecida en España en los años treinta del siglo pasado. De nuestra diócesis, como ya he recordado en alguna otra ocasión, fueron muchos hermanos nuestros los que alcanzaron la palma del martirio: Serapio Sanz ( Mercedario de Muniesa), Francisco Gargallo y Manuel Sancho (Mercedarios de Castellote), José Trallero (Mercedario de Oliete), Ricardo Gil (Hermano de la Divina Providencia de Manzanera, sacerdote Orionista), Manuel Mateo ( Hermano de La Salle de Aliga), Pedro Cano (Hermano de La Salle de Villalba de los Morales), Alejandro Gil y Francisco Vicente (Hermanos de la Salle de Mosqueruela), Mariano Navarro (Hermano de la Salle de Tortajada), Pascual Escuín y Andrés Pradas (Hermanos de la Salle de la Hoz de la Vieja), Julián Aguilar (laico de Berge), Daniel Altabella (Marista de Aguaviva), José Mulet (Marista de Mazaleón), Amado García (Padre Paúl de Moscardón) y Tomás Pallares (Padre Paúl de La Iglesuela del Cid).

Desde aquella fecha, en distintos lugares de nuestra diócesis, se han celebrado eucaristías de acción de gracias por el don de estos mártires para nuestra Iglesia diocesana. También se han bendecido retablos o retratos de los mismos para difundir y facilitar la veneración de los fieles: en el Monasterio del Olivar, en Manzanera y Torrijas, en Muniesa y en Aliaga.

Los cristianos del tercer milenio debemos agradecer su testimonio de vida y la generosidad de su entrega y debemos encomendarnos a ellos para que intercedan por todos nosotros, nuestras familias y necesidades, por nuestra diócesis y por nuestras parroquias y comunidades. Os animo, queridos hermanos, a conocerlos más de cerca. A conocer sus vidas, que en muchas ocasiones nos muestras a personajes de una gran categoría humana y cristiana que supieron abrazar la cruz perdonando a sus perseguidores, en aquel momento tan triste de nuestra historia.

Reconozco que personalmente me impresionó la figura del Beato Ricardo Gil Barceló, sacerdote de D. Orine, que murió en Valencia (3-8-1936) después de haber tenido una vida muy intensa de seguimiento de Jesús. Natural de Manzanera, fue soldado en la guerra de Filipinas de 1898. Fue ordenado sacerdote en Manila en 1904 y aunque tenía allí una buena posición, decidió volver a España en busca de una vida más austera. Me llama poderosamente la atención su actitud constante de búsqueda para responder adecuadamente a la voluntad de Dios. Ello le llevará a realizar caminando una peregrinación mendicante desde Manzanera hasta Roma. Es un acto de entrega total al que Dios responde de un modo sorprendente y lo hace en la persona de San Luis Orione el 4 de Febrero de 1910: "De rodillas y casi encorvado sobre el peldaño delante del postigo aún cerrado, está el P. Ricardo Gil, en actitud absorta y casi arrebatada, frente a la fachada de la Iglesia Nueva en la avenida Vittorio Emanuelle de Roma. Don Orione se siente empujado a acercarse; tiene la impresión de que sea un sacerdote: sus manos juntas y una profunda piedad se lo hacen creer… Es de estatura superior a la media; el hábito y el sombrero están limpios pero muy pobres y desteñidos. Sin embargo hay en él algo que habla de candor y firmeza en la voluntad de bien. "¿Quién eres?", pregunta Don Orione. "¡Soy un hijo de la Divina Providencia!", responde el sacerdote. "¡También yo soy hijo de la Divina Providencia! Pues entonces me perteneces un poco, sonríe Don Orione. Tengo una congregación cuyos miembros se llaman Hijos de la Divina Providencia". El desconocido se levanta. Los dos sacerdotes se miran a los ojos: la sonrisa de Don Orione atrae, como un imán, la sonrisa del otro. Se ha entablado una amistad". (P. Flavio Peloso, Breve biografía del P. Ricardo Gil).

La búsqueda de aquel corazón inquieto ha encontrado respuesta de modo providencial. Entraría en la Congregación de D. Orione, que en 1930 lo destinaría a Valencia para fundar la primera casa orionista en España. Hasta su martirio en 1936 vivió sirviendo a los más pobres, lo que le valió para alcanzar el título de "Mártir de la Caridad".

La vida de nuestros mártires del Siglo XX, seguro que nos ayuda a encontrar caminos para servir mejor al Señor en nuestra Iglesia de Teruel. A ellos les encomendamos, de un modo especial, este curso pastoral que comenzamos.

+ Carlos Escribano Subías,

Obispo de Teruel y de Albarracín

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