Maria Inmaculada, modelo y maestra de fe

Maria Inmaculada, modelo y maestra de fe

Agencia SIC

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Mons. Gerardo Melgar Queridos diocesanos:

Ayer, día grande en la Iglesia, hemos celebrado la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María; lo hemos hecho en el marco del Año de la fe proclamado por el Papa Benedicto XVI.

Que nuestra Madre es Inmaculada quiere decir que en María no hubo mancha ni pecado, ni siquiera del pecado original con el que nacemos todos los humanos; Ella, en previsión de los méritos de su Hijo, fue preservada de todo pecado. En el plan de salvación divino no cabía pensar que quien iba a ser la Madre del Hijo de Dios estuviera marcada por el pecado; por eso, Dios la preservó desde el momento de su concepción de todo pecado y la hizo purísima. Así lo definió dogmáticamente el Papa Pío IX en la Bula "Ineffabilis Deus": "Es doctrina revelada por Dios y -por lo tanto- ha de creerse firme y constantemente por todos los fieles que la Virgen María -por gracia y privilegio de Dios todopoderoso, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano- fue preservada inmune de toda mancha de culpa original en el primer instante de su concepción" (DS 2803)

Dios, desde el momento de su concepción, la llenó de santidad y de gracia; por eso, el Ángel -cuando se le presenta para anunciarle que va a ser la Madre de Dios- la saluda como la "llena de gracia" (cfr. Lc 1, 28). Pero, además, Ella permaneció fiel a la santidad y a la gracia con que Dios la había cubierto, convirtiéndose en modelo de creyente y maestra de fe.

Desde hace unos meses nos encontramos inmersos, como Iglesia universal, en el Año de la fe y nosotros, como Iglesia particular de Osma-Soria, estamos desarrollando nuestra Misión diocesana; ambas realidades nos invitan a reavivar y renovar nuestra fe, nuestra identidad de creyentes, para poder experimentar y ser testigos de la alegría del Resucitado. Ser creyente consiste fundamentalmente en aceptar el plan de Dios sobre cada uno de nosotros -y sobre la humanidad entera- y ponernos incondicionalmente a su servicio, haciendo de nuestra existencia una total obediencia a la voluntad de Dios. En este sentido, María fue la autentica y verdadera creyente porque ninguna persona como ella ha estado tan atenta para conocer y realizar en la vida el plan divino, entregando toda su existencia a su servicio, olvidándose de sus propios planes y estando siempre dispuesta a vivir plenamente la voluntad de Dios aunque tuviera que sufrir momentos duros y difíciles.

Además de lo dicho, en María encontramos un autentico modelo de alguien que vive los planes de Dios con verdadero gozo y profunda alegría porque sabía que no estaba sola sino que Dios la acompañaba. Esta conciencia de la presencia de Dios en su vida es lo que le hace irrumpir en el canto de alabanza por las maravillas que Dios hace en ella pues siendo ella pequeña y pobre, sin embargo, el Señor hizo obras grandes en Ella y Ella se siente profundamente gozosa por tanto don de lo Alto.

En María encontramos también un verdadero modelo de alguien que vive su vida de fe con verdadera fortaleza, sobre todo en los momentos dolorosos y difíciles que vendrán por ser fiel a Dios; por eso, nuestra Madre Santísima será la mujer fuerte y llena de fortaleza ante el acontecimiento del juicio, condena y muerte en la cruz de su Hijo; así de estremecedora es la descripción del Evangelio: "junto a la cruz de Jesús estaba su madre" (Jn 19, 25).

Por todo lo dicho, María es modelo de creyente y maestra de fe para nosotros y para los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares. Dios tiene su plan sobre cada uno, como lo tuvo sobre María. De este modo, ella se convierte para nosotros en ejemplo sobre cómo responder auténticamente al plan de Dios, fijándonos en cómo lo hace nuestra Madre. Ella nos enseña a anteponer la voluntad de Dios y sus planes a los planes que cada uno de nosotros podamos tener, y es ayuda para poder vencer a la tentación de poner antes lo que el mundo nos ofrece que lo que Dios nos ofrece.

Creer es vivir en nuestra vida el estilo que Jesús nos propone, viviéndolo de tal manera que podamos ser auténticos testigos suyos ante los demás para que -viendo nuestra manera de actuar- se sientan sorprendidos y nuestra vida sea llamada e interpelación para cuantos nos contemplan. Esto es lo que María hizo y por lo que hoy es nuestro modelo y maestra.

Miremos siempre a María Inmaculada, especialmente en este Año de la fe, para aprender de ella, la perfecta creyente.

+ Gerardo Melgar Viciosa

Obispo de Osma-Soria

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