Los dones del Espíritu Santo y el fruto de la alegría

Los dones del Espíritu Santo y el fruto de la alegría

Agencia SIC

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Mons. Vicente Jiménez Queridos diocesanos:

En una carta anterior escribí sobre el tema del Espíritu Santo en el contexto de la Pascua, en el que bastantes adolescentes, jóvenes y mayores reciben el sacramento de la confirmación. Como continuación del tema, ofrezco una breve reflexión sobre los dones del Espíritu Santo en general y sobre uno de los frutos del Espíritu: la alegría.

Los dones

"Tú, Espíritu de los siete dones". Esta frase del himno latino "Veni, Creator Spíritus", nos recuerda la doctrina tradicional de los siete dones, que antes ocupaba un lugar importante en la catequesis y en la vida cristiana. Hoy bastantes cristianos desconocen esta doctrina. Es una lástima. El Papa Francisco en las catequesis de los miércoles en la Plaza de San Pedro en el tiempo de Pascua del año 2014 hizo unas preciosas catequesis sobre cada uno de los siete dones. Recomiendo su lectura.

El nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nos dice sobre le tema:

Nº 1830: "La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo".

Nº 1831: "Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cfr. Is 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas".

La lista de los dones del Espíritu tiene su origen en la Sagrada Escritura, en el texto mesiánico de Isaías 11, 1-2. Cuando el profeta anuncia el nacimiento del futuro Mesías dice: "Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de ciencia y discernimiento, espíritu de consejo y valor, espíritu de piedad y temor del Señor" ( Is 11, 2). Así el Espíritu confiere al Mesías las virtudes de sus grandes antepasados: sabiduría e inteligencia como Salomón; prudencia y fortaleza como David; conocimiento y temor de Dios como los patriarcas y profetas, Abrahán, Jacob y Moisés.

La lista de los siete dones la encontramos confirmada también en San Ireneo, en Orígenes y posteriormente en San Agustín. A partir de ellos los testimonios son frecuentes en los autores cristianos y en la literatura espiritual.

En el sacramento de la Confirmación el Espíritu Santo desciende con sus siete dones sobre el confirmando, para llenarlo de ellos. El cristiano vive como hijo de Dios, cuando se deja conducir por el Espíritu ( cfr. Rom 8, 14).

La gran doctora de la Iglesia, Santa Teresa de Jesús, nos dice en el libro de las Moradas que quien se rige solamente por las virtudes es como el navegante que trabajosamente llega al puerto usando penosamente los remos; pero pronto y más seguro llega quien despliega las velas de los siete dones del Espíritu Santo.

El fruto de la alegría

San Pablo en la carta a los Gálatas (Gál 5, 22-23) enumera los frutos del Espíritu Santo. Uno de esos frutos es la alegría. El Espíritu Santo es fuente de la verdadera alegría, a la que aspira siempre el corazón humano. El hombre es un ser hecho para la alegría y la felicidad, no para la tristeza y la desdicha.

Hay alegrías engañosas, que no llenan el corazón y producen un vacío. Son las obras de la "carne": "fornicación, impureza, libertinaje ..., borracheras, orgías y cosas semejantes" (Gál5, 19-21). A estas alegrías falsas podrán añadirse el afán de poseer, la ambición de poder y el deseo de placer, es decir, la pasión hacia los bienes terrenos, que producen ceguera de mente, como advierte San Pablo (cfr. Ef 4, 18-19), y que Jesús lamenta en el Evangelio (cfr. Mc 4, 19). El Papa Francisco en su Exhortación apostólica, siguiendo al beato Pablo VI, hace un canto a la alegría del Evangelio.

La alegría pertenece al corazón del Evangelio, que es Buena Noticia de salvación para todos. La alegría cristiana es paz divina en medio de la tempestad; gozo profundo en la tristeza; gozo animoso en el cansancio; mansedumbre dulce en el torbellino de las pasiones. Los que viven con alegría habitan alrededor del monte de las Bienaventuranzas.

Con mi afecto, gratitud y bendición,

+ Vicente Jiménez Zamora

Arzobispo de Zaragoza

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