La impaciencia de Job

Agencia SIC

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Mons. Agustí Cortés Quienes ya no sean tan jóvenes recordarán aquel libro de J. M. Cabodevilla La impaciencia de Job. Este título respondía al estilo irónico y genial que caracterizaba al autor. Con esta expresión quedaba sintetizado un mensaje central de la obra: Job no fue un modelo de "paciencia", como ésta suele entenderse, es decir alguien apocado, sumiso y débil, sino todo lo contrario, un personaje inquieto, sincero, inteligente, franco, valiente e incluso rebelde. Pero seguía siendo válido el tópico de "la paciencia del santo Job", sólo que entendiéndolo referido a la "verdadera paciencia".

Meditar y orar el mensaje del libro de Job, puede ser muy útil a nuestra vida espiritual en el contexto de una crisis. Ante todo tenemos presente que el mismo Dios ha declarado que Job es su amigo particularmente amado. El gran problema se plantea cuando uno piensa que, si Dios es tan bueno como dicen, los amigos de Dios no pueden sufrir: de hecho, el bienestar del que disfrutaba Job era signo de la bendición divina. Pero en un momento dado todo en la vida de Job entra en crisis: bienes materiales, afectos, salud, fama, religión. Vive una oscuridad absoluta, hasta desear no haber nacido. Entonces, se le abren dos caminos de salida. Uno de la mano de su mujer, que le invita a renegar de Dios, es decir, negarlo simplemente o negar su posible benevolencia. Otro, opuesto al primero, se le abre con la pretensión de sus amigos, los cuales quieren a toda costa que Job se humille y reconozca que si está sufriendo es porque en su vida ha obrado mal y Dios le castiga. Job, en cambio, rechaza con inusitada firmeza ambas vías. Por un lado, declara ante su mujer que Dios existe y es el dueño de la vida; por otro, defiende ante sus amigos que no ha habido en su vida nada que justifique tal castigo divino. Su posición personal es un acto de rebeldía contra las interpretaciones "demasiado lógicas", demasiado claras y seguras. Entonces elige una postura inusitada y paradójica: abandonarse al misterio, sin dejar de interpelar a Dios.

Y Dios no quedó callado en el refugio de un confortable silencio. Habló y actuó ante la crisis y

el sufrimiento humano, implicándose Él mismo en la historia del dolor. Su respuesta fue Jesucristo, el verdadero y auténtico Job, como le gustaba decir a San Gregorio Magno en su gran comentario, Moralia in Job.

Entonces, para vivir nosotros las crisis con la fuerza de la virtud de la paciencia, ¿qué luz o qué ayuda podemos encontrar en el prototipo "de paciencia impaciente" que es Jesucristo, el verdadero Job? Jesucristo habló, con mensajes claros, sobre esta virtud. Pero ahora, sobre todo, interesa considerar cómo la vivió.

No hace falta recordar que Jesús adoptó una actitud activa contra el mal y el sufrimiento humano. Pero llegó la hora en que este mal se presentó con todo su poder, inmenso y destructivo, reduciendo al hombre a la impotencia y sumiéndolo en un océano de contradicciones y preguntas sin respuesta. Entonces Jesús, en el límite de sus fuerzas humanas,

– No cedió un ápice en su lucha contra el mal, sino que sostuvo, contra toda esperanza, la fidelidad a su misión.

– Gritó a su Padre, el Dios de toda bondad y de toda justicia, que se mantenía en un misterioso silencio.

– Realizó un acto supremo de abandono a Él, como quien, agotado, se deja caer en el abrazo del amigo.

Éste es el secreto de la verdadera paciencia. La lucha de cada día, la aceptación de los fracasos, la constancia en el empeño, ¿qué sentido tendrían si no supiéramos que el último acto de este drama será siempre el abrazo reconfortante de Dios, vencedor de toda muerte? ¿Cuál sería el fundamento de esta "ciencia de la paz", que es esta virtud?

? Agustí Cortés Soriano

Obispo de Sant Feliu de Llobregat

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