Dejemos que sólo hable el amor!

Dejemos que sólo hable el amor!
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"Que las luchas se calmen fraternalmente, que el odio sea vencido por el amor y la venganza deje paso al perdón". Lo decimos en la oración eucarística de reconciliación. Y también, dirigiéndonos a Dios, pedimos "que de la misma manera que nos has congregado en la mesa de tu Hijo, reúnas también a los hombres y mujeres de cualquier lengua o país, de cualquier raza o cultura, al banquete de tu reino, en el mundo nuevo, donde resplandece la plenitud de la paz; allí, podremos celebrar la unidad perfecta y la reconciliación sin fin". Amor, perdón, comunión, concordia, paz, unidad, reconciliación: ¡Qué mensaje más completo! ¡Qué hoja de ruta tan atractiva y creíble! ¿Nos vemos capaces de apuntarnos a ello y hacer juntos este camino?
Son muchos los aspectos de la vida que en el Día del Corpus Christi, fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor, reclaman la presencia cristiana de una comunidad que, por voluntad de Jesús, se reúne en torno a una mesa de hermanos para revivir el mismo gesto de partir el pan y repartirlo para que todos podamos comer y reponernos con la fuerza de su alimento. Por eso también pedimos a Dios "que nos acepte con su Hijo y que en este convite fraternal, que es la Eucaristía, nos conceda su Espíritu que haga desaparecer todo aquello que nos divide". ¡Es tan claro y transitable el camino que Jesús nos propone!
Cuando hemos presenciado con dolor y tristeza la muerte del afroamericano George Floyd me ha venido de golpe a la memoria del asesinato de Martin Luther King y de tantos otros por motivos raciales, flagrante atropello de los derechos humanos a la vida ya la igualdad entre las personas. Ante este hecho, no podemos hacer otra cosa que condenar todo acto violento. Antes hemos pedido "que las luchas se calmen fraternalmente, que el odio sea vencido por el amor y la venganza deje paso al perdón", oponiendo a toda violencia y odio el gesto eucarístico de Jesús, que es la máxima expresión de su amor como el acto supremo de entrega de la propia vida en la Cruz y que, con la Resurrección, se actualiza en la Eucaristía.
Participando, pues, de este sacramento del amor nos implicamos en la dinámica de su entrega y vivimos la mística de su carácter social de transformación personal y colectiva. Estamos ante el misterio de la intimidad de Dios, que es Amor, hecho realidad en la vida de cada uno y celebrado en la Eucaristía. De esta fuente de vida nace toda la acción caritativa de la Iglesia, de la que Cáritas es la institución visible. Por ello, acogemos a todos sin ningún tipo de discriminación y vemos en cada persona a Jesús que nos dice "tuve hambre y sed, estaba desnudo, enfermo y en la cárcel…". Preguntémonos si lo hemos dado o no, qué hemos hecho. Es la práctica de la caridad y la razón de ser de la práctica eucarística.
+ Sebastià Taltavull
Obispo de Mallorca