Carta pastoral del obispo de Mondoñedo-Ferrol: Ante el Día del Seminario
Fernando García Cadiñanos invita a pensar en el Seminario de una manera más amplia: "Toda la acción pastoral de la Iglesia ha de ser vocacional"

fernandogarciacadinanos
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Este próximo domingo celebramos el Día del Seminario. En torno a san José, el fiel custodio de Jesús que le acompañó en sus primeros años y le ayudó a inculturarse en las herramientas básicas necesarias para su vida, la Iglesia española celebra el Día del Seminario. Como el santo protector de la Iglesia, en nuestro Seminario se ofrecen también a los jóvenes los instrumentos fundamentales para discernir la vocación y para formarlos en el servicio a la Iglesia y a nuestro mundo.
El Día del Seminario puede ser una buena ocasión para reflexionar comunitariamente sobre la propia realidad del Seminario. En mis primeros contactos con muchos de vosotros aflora constantemente la preocupación por el mismo. En estos diálogos, lo que está detrás es la importancia que tiene el Seminario para el futuro de nuestra Iglesia diocesana. En él se forman los futuros pastores de nuestras parroquias y comunidades. En él están puestas muchas esperanzas.
A veces, lo que preocupa es el número. En la actualidad, nuestra diócesis cuenta con tres seminaristas que, como sabéis, se forman en Santiago de Compostela: Salvador, Darío y Andrés. Cada una de estas vocaciones constituye un pequeño milagro que hay que acompañar. No es fácil hoy, en la vorágine de nuestro mundo, acoger y decidirse ante la llamada. Hay que remar contracorriente, lo que no resulta muchas veces fácil. Por eso, mi primera palabra va dirigida a ellos: ¡Ánimo! Merece la pena entregar la vida a Jesús y al servicio de la Iglesia. Él siempre os acompañará y os dará más de lo que renunciáis.
Pero la realidad del Seminario hay que vivirla en un horizonte más amplio. Desde hace unos años se viene hablando sobre la importancia de crear una cultura vocacional. Se trata de que toda nuestra pastoral redescubra la clave vocacional que todo bautizado tiene: percibir que la vida es misión, y que cada uno tiene que descubrir, en conciencia y en diálogo con el Señor, el lugar donde él le llama a vivir en clave de servicio. De este modo, toda la acción pastoral de la Iglesia ha de ser vocacional, pues ha de contribuir a crecer y dar respuesta a esta pregunta. Surgen así diferentes caminos donde desarrollarse y que cada cristiano tendrá que discernir: en la vida matrimonial o consagrada, en el camino sacerdotal, en la vocación misionera, en la vida laical de transformación de nuestro mundo…
Si me tengo que centrar en esta tarea vocacional para la vida sacerdotal me surgen dos convicciones. La primera es la importancia que tiene el testimonio de los propios sacerdotes. A lo largo de estos meses me he encontrado con todos vosotros y he admirado vuestra vida de entrega generosa, con sus luces y sus sombras. Por eso, hemos de esforzarnos por ofrecer claramente un testimonio auténtico de fraternidad sacerdotal y de auténtica alegría en el servicio a nuestra gente: esta es la base capaz de suscitar la pregunta vocacional de nuestros jóvenes. No nos cansemos de cuidar estos aspectos para infundir ánimos en el corazón de los jóvenes deseosos de sueños y metas más apasionantes que los que ofrece el mundo.
La segunda es la importancia que tiene la oración en el empeño de suscitar vocaciones. Lo dice claramente Jesús: “Orad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. Toda vocación es siempre un don que el Señor nos regala y sólo en el ambiente de oración puede resonar y sentirse la llamada. Por ello, es preciso no sólo orar, sino crear espacios de oración donde niños y jóvenes puedan experimentar el encuentro con Jesús y responder a lo que el Señor les pide. Además, como dice el papa Francisco, “quien ora de verdad por las vocaciones, trabaja incansablemente por crear una cultura vocacional”.
Os invito, queridos amigos, en este día, a dar gracias al Señor por las vocaciones sacerdotales y a seguir pidiendo por ellas. Igualmente os invito a mirar a nuestro Seminario, no con nostalgia o añoranza de tiempos pasados, sino con enorme confianza en Dios que acompaña el caminar de este pueblo.
Vuestro hermano y amigo.
+Fernando García Cadiñanos
Obispo de Mondoñedo-Ferrol