Carta del obispo de Segovia: «Frenar la desigualdad está en tus manos»

César Franco nos recuerda en su carta que la campaña anual de Manos Unidas es un aldabonazo a la conciencia para entender el valor de cada hombre

César Franco

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La Iglesia en España celebra hoy la Jornada de Manos Unidas con el lema que titula este comentario. Lo que parece un slogan sociológico tiene un trasfondo teológico que recuerda los textos bíblicos de este domingo. En tu mano está, dice el libro del Eclesiástico, escoger la muerte o la vida, cumplir los mandamientos o quebrantarlos. El hombre es libre para elegir su destino. El escritor sagrado nos advierte, sin embargo, que Dios lo ve todo y no deja impune el mal que hace el hombre. San Pablo afirma, por su parte, que hay una sabiduría divina, desconocida para los príncipes de este mundo, que gobiernan arbitrariamente y que, por ignorarla, crucificaron al Señor de la gloria. Y Jesús, en el pasaje del sermón de la montaña, pide a sus discípulos que practiquen una justicia que va más allá del cumplimiento de los mandamientos tal como los promulgó Moisés. La justicia de la que habla Jesús no se queda en la letra de la ley, sino que apunta a la plenitud de la caridad, sin la cual la justicia sería impracticable.

Las enormes desigualdades entre los seres humanos en lo que afecta a sus derechos inalienables es ciertamente un problema de justicia social que nos hace a todos responsables del destino de nuestros hermanos. Los dones de la creación pertenecen a toda la humanidad y, como dice el lema de Manos Unidas, en nuestras manos está frenar la desigualdad que tiene su fundamento en la injusticia, en el egoísmo que no se compadece con la necesidad del prójimo. La mirada de Dios es distinta: lo ve todo, lo sondea todo y lo juzga todo. De ahí que sea necesario vivir según la voluntad de Dios y su sabiduría. «Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad del Señor», dice el salmo 118. De esto se trata, de vivir en la justicia de Dios que supera la justicia de los hombres porque se nutre de su amor infinito.

En su encíclica Deus caritas est, Benedicto XVI ha reflexionado sobre la dialéctica entre justicia y caridad. Y ha hecho ver el error que supone desechar la caridad cuando se trata de realizar la justicia (cf. nº 26). La crítica que el marxismo hizo a la caridad de la iglesia, so pretexto de que era una forma de acallar la conciencia ante las injusticias sociales, suponía una concepción optimista del hombre que siempre se dejaría guiar por la verdad y la rectitud en sus decisiones y sería capaz, por tanto, de implantar la justicia en el mundo. Pero ese hombre no existe. El hombre es un ser caído que necesita la redención de sí mismo para actuar conforme a la verdad y a la justicia de Dios. La caridad es siempre necesaria para practicar la justicia. La Doctrina social de la Iglesia, que inspira a asociaciones como Manos Unidas, se mueve siempre en el equilibrio del «compromiso necesario por la justicia y el servicio de la caridad» (DCE 28). Solo un amor apasionado por el hombre es capaz de unir justicia y caridad sin dialécticas ni contradicciones. Esto es lo que Dios ha realizado en la cruz de Cristo: «Dios ama tanto al hombre que, haciéndose hombre él mismo, lo acompaña incluso en la muerte y, de este modo, reconcilia la justicia y el amor» (DCE 10). En manos del hombre está, ciertamente, frenar las desigualdades entre los seres humanos en la medida en que estemos dispuestos a trabajar por la justicia desde la caridad y entregar la vida por cada persona al estilo de Cristo.

La campaña anual de Manos Unidas es un aldabonazo a la conciencia para entender el valor de cada hombre por el que el Hijo de Dios ha querido dar su propia vida suprimiendo así la distancia que hay entre Dios y el hombre, distancia que nos empeñamos en agrandar con las injustas desigualdades.

+ César Franco

Obispo de Segovia


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