Cuarto susurro. Aunque es de noche
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María Magdalena quiere ir al sepulcro, estar lo más cerca posible de Jesús. Hay tranquilidad, las luces de algunos candiles se han apagado. Todo contribuye al recogimiento y a que todos estén algo más serenos. Coge su manto y, mientras se lo echa sobre los hombros, no puede sino evocar las veces que Jesús le ayudó a ponérselo y como siempre que lo hacía le daba un beso. Tiene que aprender a vivir sin esos besos y a grabarlos como un sello en su corazón. Accede a contenidos adicionales en: cope.es/susurros
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