El mejor país para viajar con los niños cerca de España está a dos horas en avión: "Tienen rincones para los pequeños"
La influencer detrás de la cuenta de Instagram @elmundo.en.mispies, Natalia Ovejero, explica por qué Luxemburgo es el lugar al que tienes que llevar a tus hijos

Carlos Moreno 'El Pulpo' conoce los proyectos de la influencer Natalia Ovejero
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Viajar con niños no tiene por qué ser una odisea. De hecho, puede ser una de las experiencias más enriquecedoras para una familia. Así lo defiende Natalia Ovejero, autora del libro Viajar en familia y creadora del perfil de Instagram @elmundo.en.mispies, donde más de 300.000 personas siguen sus aventuras por el mundo junto a su marido y sus hijas. Esta divulgadora de viajes ha revelado en Poniendo las Calles de Cadena COPE cuál es, para ella, el mejor destino para iniciarse en los viajes familiares: Luxemburgo.
A solo dos horas de avión desde España, Luxemburgo se ha convertido en una auténtica joya para las familias con niños pequeños. Aunque muchos puedan pensar que se trata de un destino sobrio, incluso aburrido por su tamaño y perfil institucional, lo cierto es que esconde propuestas sorprendentes para los más pequeños. “Son muy kids friendly, incluso las tiendas tienen un rincón para los más pequeños. Se agradece mucho”, explicaba Natalia en su charla con Carlos Moreno 'El Pulpo'.

Wormeldange visto desde el lado alemán del río Mosel, Luxemburgo
Este pequeño país europeo, ubicado entre Alemania, Francia y Bélgica, no solo destaca por su belleza natural y su riqueza cultural, sino también por su enfoque acogedor hacia el turismo familiar. “Es un destino que la gente no conoce demasiado y no se atreve, porque piensa que es aburrido. Pero tiene muchísimo que ofrecer”, asegura Ovejero. De hecho, recomienda Luxemburgo especialmente para las primeras escapadas con bebés o niños muy pequeños: trayectos cortos, espacios seguros y muchas opciones de ocio adaptadas.
Viajar con niños es viajar mejor
El libro de Natalia Ovejero no es una simple guía de rutas o consejos logísticos. Es una invitación emocional, casi pedagógica, a entender que los viajes son también una forma de educar. “Se pasa muchísimo más tiempo y se hacen muchas más cosas que la vida diaria no te deja hacer”, reflexiona. Lo esencial, dice, es planificar con sentido común, sin intentar replicar un viaje de adultos.
Una de sus claves es adaptar las actividades al ritmo y al interés de los más pequeños. “Si vamos a un museo —una pinacoteca, por la mañana— eso a ellos no les va. Pero podemos hacer que les guste: con un pequeño cuaderno, les hacemos preguntas, juegos, o les pedimos que escriban algo sobre lo que van a ver”. Así, lo que podía ser aburrido se transforma en una experiencia compartida.
Viajar en familia también puede reforzar vínculos que a menudo se ven desgastados por la rutina y las prisas. “Cuando uno equilibra esa balanza, todo sale bien porque ninguno se cae de su parte”, apunta Natalia. La empatía, la flexibilidad y la planificación inteligente son, para ella, las claves para disfrutar todos.

Fels en Luxemburgo
Además, defiende que los viajes abren la mente de los niños más allá de lo que se aprende en un aula. “Han llegado a decir: ‘Esto lo he estudiado, esto lo he visto en el libro’. Y sí que se acordaban. Luego también hay un montón de valores: conocer diferentes tipos de gastronomía, relacionarse con niños de todo el mundo, explorar culturas…”.
Luxemburgo, una sorpresa para padres
Luxemburgo aparece en el libro de Natalia Ovejero como uno de los destinos estrella para quienes se lanzan por primera vez a viajar con hijos. Con buena conexión aérea desde varias ciudades españolas y una gran oferta de espacios naturales, castillos, parques infantiles y museos adaptados, el país ofrece la tranquilidad que necesitan los padres primerizos y el estímulo que fascina a los niños.
“Vuelves con el corazón explotado de todo lo que puedes ver y hacer”, dice Natalia. Y es que lo importante no es la cantidad de kilómetros recorridos, sino la calidad del tiempo compartido. En destinos como este, la experiencia de viajar con niños se transforma: ya no se trata de tachar monumentos, sino de vivir momentos.