El 23 de abril de 1992 Virginia Guerrero y Manuela Torres, dos niñas de 13 y 14 años, salieron de su casa en Aguilar de Campoo, en Palencia. Aquella era una escapada inocente, sin permiso de sus padres, a una discoteca de Reinosa, en Cantabria.

Llegaron en tren pero al caer la noche, tras pasar una tarde de fiesta, decidieron volver a casa haciendo autosptop. Es un recorrido corto entre ambas poblaciones, apenas 30 kilómetros por carretera, pero en ese trayecto Manuela y Virginia desaparecieron sin dejar rastro.

Casi 30 años después el caso sigue abierto. Hoy la noticia es que el Juzgado número 2 de Cervera de Pisuerga en Palencia, ha prolongado la investigación y mantiene el secreto de sumario.

La investigación ha tenido siempre una pista principal. Una testigo, una vecina, que vio a las dos niñas subierse aquella noche a un vehículo, un Seat 127 blanco. Esto siempre ha estado ahí pero ahora cobra de nuevo importancia.

En 2019 un programa de televisión recordó el caso de las niñas de Aguilar. En ese programa se recibió la llamada de una mujer que aseguraba haber vivido una situación similar a la de Manuela y Virginia, pero un año antes de la desaparición de las jovenes. Según su relato, ella y una amiga hacían autostop y alguien intentó meterlas en un coche contra su voluntad.

En este caso, las dos jóvenes pudieron escapar y una de ellas, pocos años después y de forma casual, habría vuelto a encontrarse con la persona que las había intentado meter en el coche, logrando identificarla. En su momento no lo denunció pero a raiz del programa sí que presentó una denuncia. Esto es lo que ha reavivado la investigación.

Treinta años sin saber nada, se desvanecieron en esa carretera. De momento, este caso se sigue investigando. Ahora, Virginia y Manuela, tendrían 41 y 42 años. Hablamos con Ramón Chipirrás, es criminologo y portavoz de las familias.