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Iglesia por el Trabajo Decente: "La precariedad laboral sigue teniendo rostro de mujer"

Los hombres ganan un 21% más y las mujeres tienen más contratos temporales

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Manu Torralba

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 14:03

La brecha salarial, el techo de cristal, los prejuicios discriminatorios... Son varias las razones por las que aún en 2023 podemos decir que las mujeres tenemos, en general, peores condiciones en el trabajo que los hombres. Ellos ganan casi un 21% más, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, que fija el sueldo medio de los varones en 2.276 euros al mes y el de las mujeres en 1.883. Además, ellas suelen asumir el cuidado de los hijos, las personas mayores y las dependientes. Por esta razón hay más mujeres que hombres con contratos temporales y de media jornada.

Si nos fijamos en la situación que viven las jóvenes españolas que quieren trabajar, te sonarán casos como el de Ana, una joven de 22 años que no encuentra trabajo. Es la situación que viven 264.000 mujeres menores de 25 años en España. Hasta la fecha, su experiencia laboral se ha limitado a ayudar a sus padres a recoger fruta... siempre sin contrato. Ahora, lo que pide es que le den una oportunidad.

El de Ana es uno de los testimonios que hoy, 8 de marzo, utiliza la plataforma Iglesia por el Trabajo Decente para denunciar que las mujeres son las que más sufren las situaciones de precariedad en el trabajo y que más difícil lo tienen a la hora de conseguir un empleo digno. "La precariedad laboral sigue teniendo rostro de mujer y es por eso que demandamos tener acceso a un trabajo decente que suponga que hombres y mujeres trabajemos en igualdad, dignidad, libertad y seguridad", ha dicho en 'Mediodía COPE' la portavoz de Iglesia por el Trabajo Decente, Clara Fernández-Merino.

Ana, joven y sin trabajo

Ana vive en un piso de alquiler en Gran Canaria por el que sus padres pagan 550 euros al mes. Es la casa familiar pero ella ahora mismo vive sola porque ellos se encuentran la mayor parte del año en Fuerteventura trabajando en una plantación de sandías y melones, un trabajo por el que se cobra alrededor de 6 euros la hora y en el que en ocasiones se realizan jornadas larguísimas, por encima del horario pactado.

La reivindicación de Ana es la de muchos jóvenes de su edad: que se les dé una oportunidad de trabajar igual que la tuvieron sus padres. Ella lo ha intentado en la hostelería y la agricultura, pero no le ofrecen media jornada, por lo que no puede compaginarlo con sus estudios de Educación Social.

Laura, explotada laboralmente

Iglesia por el Trabajo Decente también denuncia el caso de una mujer de 54 años que llegó a nuestro país hace 4 años y que trabaja en condiciones precarias y podríamos decir que de explotación. La vamos a llamar Laura, pero no daremos su nombre real porque su situación, laboralmente hablando, es crítica. Depende por completo de este contrato. Ella dedica todo el día a cuidar de la mujer mayor con la que vive y no tiene horas libres. Sin embargo, y pese a lo escandaloso de su caso, no quiere dar más datos para que no la identifiquen.

Laura nos ha pedido, con mucho miedo, que no digamos la fecha desde la que está trabajando en casa de esta mujer mayor como interna, pero sí podemos contar que lleva más de un año. Sin embargo, no fue hasta la pasada primavera cuando pudo firmar su primer contrato. Un contrato que dice que Laura tiene que trabajar 40 horas semanales cuidando a esta señora. Sin embargo, ese horario nunca se ha cumplido. Siempre ha estado con ella, mínimo, de 8 de la mañana a 11 de la noche; un total de 15 horas al día. Sin tiempo libre en toda la jornada para comer o descansar.

Edna, discriminación frente al hombre

Edna es una joven tinerfeña de 22 años que llegó a Madrid hace casi 5 años. La tienda en la que trabaja vendía productos de cosmética. Allí todas las dependientas eran mujeres y los jefes, hombres, algo que le hizo reflexionar. Sus compañeras, que tenían más experiencia que ella, le explicaron que era algo habitual en los comercios de moda y belleza, donde -además- se les exige un cuidado de su imagen que no se les exige a los hombres. Una discriminación más que sufren las mujeres en el trabajo.


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