Desde la desolación y el horror provocados por el terremoto, el arzobispo de Homs y responsable de Cáritas Siria, Jean Abdo Arbach ha clamado: “¡ojalá este terremoto sea una señal para todos los líderes el mundo que sólo están preocupados en los beneficios económicos y en el poder político para que se dirijan hacia Siria y la ayuden de una vez, porque la población está agonizando!”.

La zona afectada por el terremoto lleva 12 años en guerra y millones de personas ya se han visto obligadas a salir a abandonar sus hogares debido a un conflicto largo, despiadado y complejo, en el que luchan, por un lado, las milicias kurdas apoyadas por Estados Unidos contra el gobierno turco de Erdogan, por otro los restos de las fuerzas rebeldes contra el régimen de Damasco. Además, hay zonas controladas aún por los yihadistas. Turquía no esconde sus planes de controlar toda la zona, para lo cual podría desplegar incluso una acción para llegar hasta la histórica ciudad siria de Alepo, desde donde ayer los hermanos Maristas contaban a COPE que había abierto sus casas para acoger a los que se han quedado sin nada tras el terremoto.

Ahora este cataclismo acomuna en el dolor a todos los contendientes, pero mientras Turquía tiene un estado poderoso para responder, Siria es una sociedad desmantelada, con unas cifras de paro desorbitadas y el 90% de su población viviendo por debajo del umbral de la pobreza.

La urgencia es dramática, organizaciones como Cáritas y Ayuda a la Iglesia Necesitada ya están en marcha para hacer llegar ayuda de emergencia. No se trata solo de poner en pie edificios, sino de recuperar moral y espiritualmente a un pueblo golpeado por tragedias superpuestas. Hay mucho que hacer, pero la mayor ayuda que la comunidad internacional puede prestar a la zona es favorecer una paz estable que permita la reconstrucción