Hubo quienes mataron y quienes salvaron
Escucha la firma de José Luis Restán del martes 7 de octubre

Escucha la Firma de José Luis Restán del martes 7 de octubre
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Precisamente hoy, al cumplirse dos años de la matanza perpetrada por los terroristas de Hamás en Israel, la revista La Nueva Europa recupera la una historia totalmente desconocida para nosotros: cuando los judíos de Kiev estaban siendo fusilados por los nazis en la zona de Babi Yar, no lejos de allí, un sacerdote ortodoxo y su familia devolvieron la esperanza al mundo. El 29 de septiembre de 1941, comenzó el fusilamiento masivo de judíos en Kiev y fueron asesinadas aproximadamente 34.000 personas.
La autora del artículo, Svetlana Panic, dice que el lenguaje de la memoria de aquellos acontecimientos se ha reducido en los últimos años a una herramienta de manipulación política para fines muy alejados del duelo por las víctimas. Por eso ella ha preferido en esta ocasión hablar de quienes salvaron vidas humanas, entre ellos el padre Alexei Glagolev, que atendía una iglesia en el barrio donde los nazis procedieron al fusilamiento masivo. Durante aquellos días de terror el P. Glagolev y su familia acogieron en casa a muchos judíos que acudían desesperados. No sólo les facilitaron un escondite sino, en varios casos, documentos falsificados, utilizando sellos y formularios de la parroquia. Panic cuenta varias historias con nombres y apellidos que consiguieron, milagrosamente, burlar la maquinaria infernal nazi, en lo que, a todas luces, nos parece hoy una misteriosa “colaboración entre el cielo y la tierra”.
A veces, los niños salían del sótano donde se escondían sus familias y armaban jaleo en el patio, y el padre Alexei intentaba calmarlos, diciendo que, si los oían, los fusilarían a todos, pero era como si la casa estuviera protegida por un velo invisible. Acciones como las de la familia Glagolev no borran el horror ni el dolor, pero nos recuerdan que «quien salva una vida, salva al mundo entero». Cuando los judíos de Kiev eran fusilados en Babi Yar, a media hora a pie de allí, en la calle Pokrovskaya número 7, el mundo supo que la esperanza no había muerto. Por eso un árbol dedicado al padre Glagolev crece en el Jardín de los Justos de las Naciones, en Yad Vashem.