Hola Pilar. Lo que hoy voy a contar no es uno de los tradicionales cuentos de Navidad. Sucedió el pasado lunes en Belgrado, la capital de Serbia, un país de amplísima mayoría ortodoxa, donde los católicos son apenas una gota en medio del mar. Recordemos que la terrible guerra de los Balcanes tuvo por desgracia una innegable componente étnico-religiosa. Los croatas son mayoritariamente católicos, y los serbios, ortodoxos. Así que podemos imaginar la situación de la pequeña comunidad católica en Belgrado, cuya catedral, dedicada a la Asunción de la Virgen María, se encuentra en obras.

Pues bien, hasta allí llegó el Patriarca Porfirio, cabeza de la Iglesia Ortodoxa Serbia, donde le acogió, conmovido, el arzobispo católico Estanislao Hocevar, que desde hace 21 años pastorea esta comunidad. El Patriarca quería felicitar la Navidad a los católicos de la ciudad y ver los trabajos de reestructuración de su catedral, así como el edificio anejo, que recientemente ha sido restituido a la Iglesia católica en Serbia.

El arzobispo Hocevar agradeció la visita del Patriarca diciendo que con ella demostraba que la comunidad mayoritaria es la primera que se interesa por las minorías. Y Porfirio le respondió que el Hijo de Dios ha venido al mundo para traer lo que más necesitamos, la paz. Y añadió que hoy afrontamos una crisis del sentido de la existencia humana, un sentido que sólo se comprende a la luz de la Navidad. Tras recorrer las obras de la catedral, entregó al arzobispo una pequeña contribución: “sé que para vosotros no es fácil y que esta aportación es modesta, pero es un símbolo de nuestro auténtico amor fraterno”.