La fe y el exilio

Madrid - Publicado el - Actualizado
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Desde los inicios, el exilio ha formado parte de la historia de Israel y de la historia de la Iglesia. Es un misterio que nos invita a ahondar en el significado de la vocación y su relación con las circunstancias de la historia. Digo esto al hilo de la noticia de que un diácono nicaragüense, Raúl Vega González, expulsado de su país por el régimen de Daniel Ortega, va a ser ordenado sacerdote en el exilio por el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, también en el exilio desde hace años. Vega era uno de los 222 nicaragüenses que el régimen expulsó a los Estados Unidos el pasado febrero, tras privarle de forma inicua de su nacionalidad. Pertenecía a la diócesis de Matagalpa, cuyo Obispo, Rolando Álvarez, se negó a subir al mismo avión, y después ha sido condenado de manera vergonzosa. Así, el obispo está hoy en la cárcel y su diácono en el exilio.
Como ha dicho Silvio Báez, “el Señor hace surgir en el exilio un nuevo sacerdote de la diócesis de mi hermano Rolando”. Por eso esta ordenación será ofrecida especialmente por Nicaragua y por la diócesis de Matagalpa, esa que la dictadura de Ortega y Murillo ha querido destruir especialmente. Para Monseñor Báez esta ordenación es un regalo y un mensaje de Señor: “fíjense, lejos de su Patria, sufriendo tanto, con un futuro incierto, con un país que cae a pedazos, les regalo un sacerdote en el exilio y ordenado por un obispo exiliado también”.
Hace pocos días, Ortega y Murillo volvían a proferir acusaciones procaces y patéticas contra la Iglesia nicaragüense, la única realidad que aún no han conseguido doblegar. Esta ordenación es una respuesta irónica a la persecución que han desatado. La semilla que ellos quisieron abortar fructifica ahora en tierras lejanas. No sabemos si Raúl Vega volverá un día a su patria, ni si Rolando Álvarez recuperará la libertad. Sabemos que ambos han dicho “sí” a la llamada del Señor, y que eso tiene un significado y un valor para el futuro de Nicaragua y más allá.



