Psicólogos advierten de que este es el momento en el que evitarían que los familiares mayores de 65 años conduzcan un vehículo
Vuelve a abrirse el debate sobre la conveniencia de establecer límites de edad al volante

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El pasado viernes, durante las fiestas de Burela (Lugo), un conductor de 83 años perdió el control de su vehículo y atropelló a ocho personas. El resultado fue devastador: una persona fallecida y siete heridas, cinco de ellas aún hospitalizadas. El hombre, que dio negativo en alcohol y drogas, parece haberse desorientado.
Este caso ha vuelto a poner sobre la mesa una cuestión incómoda pero inevitable: ¿debería haber una edad máxima para conducir?. En España, la legislación no impone un tope, pero sí exige a partir de los 65 años una renovación periódica del permiso mediante pruebas psicotécnicas: cada cinco años, o tres en el caso de carnets profesionales.
Los mayores y el volante: más que un hábito
Desde la calle Alcalá, en el centro de Madrid, observamos el tráfico para ver cuántos conductores mayores seguían al volante. Varios hombres que parecen tener más de 80 años conduciendo con total normalidad. La tendencia también la confirman los datos: los hombres mayores tienden a mantener su carnet durante más tiempo y se resisten a dejar de conducir.
Fernando Lara, responsable de formación de la Autoescuela Lara, explica esta resistencia: “El coche es independencia, autonomía. A esas edades es muy difícil aceptar que uno ya no puede, que pierde esa capacidad. Y sí, los hombres se aferran más, empezaron antes a conducir y lo asumen como una parte de su identidad”.
Lara añade que, aunque en España no hay una edad máxima, existen restricciones personalizadas: “Puedes tener límites de velocidad, conducción solo diurna, o incluso no alejarte más de cierta distancia de tu domicilio. Se valora el estado físico, los reflejos, el campo visual… y también la medicación que se toma”.
¿Qué ocurre en otros países?
En Europa, la mayoría de países tampoco tiene un límite legal de edad para conducir. No obstante, países como Italia o Reino Unido exigen renovaciones cada tres años a partir de los 70. En Estados Unidos depende del estado: en Florida hay revisiones con test visual a partir de los 80, y en Texas cada dos años desde los 85.

Hombre conduciendo
El papel de la familia y los signos de alerta
La psicóloga clínica Teresa Morali, expresidenta de la sección de Tráfico y Seguridad del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña, señala que el entorno familiar juega un papel clave. “Hay que fijarse en señales como giros muy abiertos, pequeñas rascadas, salidas del carril, o que los nietos digan que prefieren no ir con el abuelo. Son señales de alerta”.
Morali destaca también la importancia de la cultura preventiva: “Vivimos en una sociedad que actúa cuando ya ha pasado algo. La prevención debería ser la norma. En los centros de reconocimiento homologados se evalúan no solo condiciones médicas, sino también capacidades perceptivo-motoras. Si se aplican con rigor, las pruebas son más que suficientes”.
El problema no es la edad, sino el estado
Morali insiste en que no se debe discriminar por edad, sino por capacidades reales. “No se trata de tener 80 u 85, sino de cómo estás. Hay personas con 75 años en mejor forma que otras de 55. Hay que valorar cada caso de forma individual”.
Desde la autoescuela, Fernando Lara coincide: “Hay que ser honestos. Si un nieto no quiere subir contigo o tu mujer se marea, igual es momento de parar. Y hay que ser sincero en el psicotécnico: si tomas medicación o tienes problemas de salud, no puedes engañar”.
El sistema español ofrece margen para adaptaciones: coches automáticos, ayudas para personas con movilidad reducida, limitaciones específicas en el permiso. Pero advierten que: la clave está en la concienciación y la responsabilidad.

Nieta llevando a su abuela
¿Qué hacemos entonces?
Como concluye Teresa Morali: “Cada día, cada conductor —joven o mayor— debería preguntarse si está en condiciones de coger el coche. No es solo un derecho a la movilidad, también es una responsabilidad social”.
Y es que, como en tantas cosas de la vida, no se trata tanto de la edad, sino de la lucidez para reconocer los propios límites. Aunque cueste. Aunque duela. Aunque sea el último viaje.