Foto de Fernando de Haro: "No es fácil que cuatro azafatas anden como si fueran atletas de gimnasia"

Foto tomada en el Palacio donde se celebra el Congreso del Partido Comunista Chino. Foto en blancos y rojos. Rojo cereza la tapicería de los escaños, rojo mora el rojo de las chaquetas de las azafatas, rojo carmín el de la alfombra de las escaleras, rojo ladrillo el de las maderas nobles en las que reposan las tazas para el te. Blancas de sal las camisas de las azafatas, blanco de nardo las tazas, blanco flor de almendro la porcelana de las teteras. Las cuatro azafatas con el pelo recogido con cuatro moños de bailarina sostienen con sus manos de coral frascos largos con el agua caliente. Cada una de las cuatro azafatas avanza en uno de los niveles del anfiteatro en el que estarán sentados los congresistas. La azafata del escaño más bajo dirige la mirada al frente, la del segundo nivel mira a la del primer nivel, la del tercer nivel mira a la del segundo y la del cuarto nivel mira a la del tercero. No es fácil que cuatro azafatas anden como si fueran atletas de gimnasia rítmica, con movimientos coordinados, sin que ninguna de ellas se adelante ni se atrase. Ofreciendo un espectáculo de simetría, cada una colocada en su sitio, las cuatro obedientes a una regla exigente, las cuatro fundidas de forma anónima en el todo del cosmos, sin esos molestos deseos personales, sin esa infantil o juvenil aspiración, esa inmadura aspiración a ser diferentes, a ser irrepetible. ¿Quién quiere ser irrepetible cuando la simetría permite ser uno más, no llamar la atención, mantener la discreción de lo indistinto, de lo indiferenciado? ¿Por qué empeñarse en decir yo si podemos decir nosotros, por qué empeñarse en cantar con una voz propia, comer con dedos que nunca serán de otro, por qué llevar la cara descubierta mostrando un rostro que nadie ha tenido antes ni volverá a tener? ¿Por qué?