"Poco importan las palabras cuando tienes la imagen de un millón de personas de rodillas, rezando en silencio. Hasta el más ateo se hace preguntas"

El comunicador de 'La Tarde' analiza lo ocurrido este fin de semana durante el jubileo de los jóvenes en Roma, donde él mismo estuvo presente

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La imagen ya forma parte de la historia: Más de 1 millón de jóvenes en la explanada de Tor Vergata, a las afueras de Roma. Chavales que llegaron de todos los lugares del mundo, después de ahorrar durante meses para poder pagarse el billete de avión y escuchar al papa León XIV, el papa misionero, que llegó desde Chiclayo, esa diócesis de Perú, que abandonó con muchísima pena cuando tuvo que mudarse a Roma, y donde sus fieles le recuerdan recorriendo a caballo las zonas montañosas para llegar a pueblos perdidos a los que no se podía acceder en coche.

Pues ese hombre, el padre Roberto Prevost, el misionero elegido papa en un cónclave rapidísimo para sorpresa de muchos, vivió este fin de semana su primer mega encuentro. Y la verdad que su cara lo decía todo, se veía perfectamente al hombre detrás del papa, como cuando salió por primera vez al balcón de la basílica de San Pedro. Hasta abrumado por la situación, por el papelón y la responsabilidad de tener que hablar para un millón de personas por primera vez.

Se le vio emocionado también, en esta ocasión, durante el momento de adoración al Santísimo. Este papa habla con la mirada, decían algunos, y es cierto, porque verle rezar de rodillas, con los ojos vidriosos, delante de lo que es un misterio, impresiona. Y ver a un millón de jóvenes detrás de él, pues impresiona todavía más. Y no deja indiferente a nadie.

Yo estuve allí en ese momento, y te prometo que el silencio podía cortarse, no se escuchaba a nadie, y había chavales de todo el mundo, con una media de edad de ventipico años. Nadie hablaba. Solo rezaban en silencio. Podías ver a estadounidenses al lado de chinos, ucranianos, muchísimos españoles, nigerianos que saben que cuando vuelvan a su país regresan a un lugar en el que pueden asesinarles, de forma literal, por creer en Jesús.

Y en ese momento, en el que solo podía escucharse el sonido de varios drones que sobrevolaban la explanada, te das cuenta de que está sucediendo algo.

El papa no habló mucho esa noche, solo respondió a tres preguntas directas que le hicieron tres jóvenes, pero fue suficiente. No hacía falta más. Poco importan las palabras cuando tienes la imagen de un millón de personas de rodillas, rezando en silencio, hasta el más ateo se hace preguntas.

Y todos durmieron al raso esa noche, y les llovió por encima, (nos llovió por encima) y nos levantamos empapados, pero daba igual. Porque lo importante era estar allí.

Y en este acto central del jubileo de los jóvenes no hubo ni solo incidente, ni una sola bronca, solo gente que parecía conocerse de toda la vida, aunque no se hubiesen visto nunca. Te invito a que me digas un solo evento capaz de juntar a cientos de miles de personas de todo el mundo y que se resuelva sin un incidente.

Como te digo, 1 millón de personas para escuchar a un misionero que en la misa de envío dejó un mensaje para la historia: “Otro mundo es posible, no a la guerra, no a las armas, sí al diálogo, sí a la paz, somos frágiles, pero podemos aspirar a cosas grandes”.

Y esto lo dice uno de los mayores líderes mundiales, en un mundo de trincheras ideológicas, donde cada uno tiene su verdad y de ahí no le mueves. El papa León XIV invita a romper esas trincheras, a ser amigos, a conseguir la paz.

Visto en ABC

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