
Madrid - Publicado el - Actualizado
2 min lectura
La foto que hoy me ha llamado la atención la ha hecho Borja Suárez en Gran Canaria. En primer plano, el pérfil de algunas rocas grandes de una montaña alta. Por efecto de la luz, las piedras y de las personas que allí se han congregado parecen siluetas. Los montañeros que han hecho cumbre en el Pico de las Nieves parecen sombras chinescas. Trepan por el interior de una gran piedra oradada, que bien podría ser otro peine de los vientos, un elogio del horizonte o un gran marco para ver mejor lejanos confines. Bajo la sierra se extiende un mar de nubes rubio, casi albino. El velo vaporoso oculta el oceano. Debajo están las olas solitarias buscando un barco al que contarle sus secretos. Sobre las nubes un Teide lehjano que parece flotar, que parece estar subiendo a un cielo que va del blanco al gris. El pico del volcán se estira buscando el origen del mundo. Las sombras de los montañeros ve la isla más cercanas y luego lo que está más alla. Siempre detrás de una isla, detrás de una montaña, detrás de un rostro hay algo que está más allá, inalcanzable, misterioso. Los abuelos de los montañeros subían al Pico para bajarse la nieve que había guardada para el verano, se bajaban la nieve para hacer polos de hielo. Los montañeros suben ahoran porque necesitan curarse los ojos. Los tienen enfermos de tanto mirar de cerca. Necesitan de una lejanía que todo lo hace más cercano. Necesitan mirar a lo que está más allá de la isla, del volcan y del oceano para no quedarse ciegos. Necesitan el misterio y el aire que mueve las olas y las nubes para pensar claro, para sentir despacio, para no morir por apnea. Horizontes, confines, oceanos, todos llevan el mismo nombre, el nombre de lo desconocido, por eso suben los montañeros, porque sin lo desconocido no hay quien se entere de nada.