La foto que me ha llamado la atención hoy es del gran Ramon Masat, hay una exposición dedicada a su obra en Tarrasa. La imagen es de hace muchos años, cuando los hombres usábamos chaqueta también los días de fiesta. Cuando las niñas llevaban vestidos con falda y merceditas en los pies. En la foto hay varias mesas de madera y un tablón muy grande sujeto con varios caballetes. Sobre las tablas se apilan libros en desorden, amontonados. Libros que quedaron olvidados en la biblioteca de un difunto y que alguien se ha acordado de llevar a una tienda de viejo, libros malvendidos en un apuro por el que se han pagado cuatro cuartos. Se aprietan una docena de hombres en torno a la mercancía ávidos de encontrar historias a buen precio, versos que acompañen soledades y ablanden lconquistas, ideas que alimenten el alma y ayuden a comprender el mundo. Uno de esos hombres se inclina con mucho interés ante el que parece un gran tesoro, más allá tres parecen disputarse una rareza escasa. Otros miran desde lejos, por encima, como si tuvieran miedo de que las letras impresas fuera a salir un personaje demasiado exigente. Debajo de una de las mesas, sentada en un madero hay una niña elegante con rebeca, vestida con falda y merceditas. La niña cruza las piernas y sostiene en su mano un tebeo. Tiene el rostro serio. Sabe la niña las pasiones que se agitan encima de su cabeza y presiente el final de la pasión por los libros Las historias malas y los ripios no dejaran huella. Cuanto más bellos sean los relatos, cuanto más precisos sean los versos en dibujar el misterio de las rosas, más alto será el sentir, más la sensación de pequeñez, más la nostalgia del algo difícil de nombrar