Este mes la Policía Científica celebra su 25 aniversario, aunque sus primeros pasos los dio a principios del siglo XX. ¿Qué le debemos? ¿Por dónde pasa la innovación en la investigación de los delitos? ¿Existe el crimen perfecto?

Si eres seguidor de series como CSI, seguro que alguna vez te has fijado en ellos: en los del laboratorio, las huellas, los análisis de ADN… Son los policías científicos. A ellos no les gusta que les comparen con los agentes que aparecen en las series porque, quizá su trabajo sea menos televisivo, pero igual de valioso que el de cualquier otro agente.

Hoy en día es uno de los servicios más demandados en esta policía es el de ADN, donde se instalaron en su día varios aparatos pioneros en España. También el de huellas dactilares, y el de balística. Todos estos trabajos se desarrollan, en parte, en laboratorios de acceso restringido incluso para muchos miembros de la propia Policía Científica, para evitar la contaminación de las muestras. 

Sus métodos de investigación están en constante evolución. Solo en 2018 se identificó a 6.600 sospechosos de cometer delitos por sus huellas dactilares… aunque no son las únicas pruebas que sirven para resolver un delito: acústica, infografía forenses, ADN, balística... Hasta 1994 dependían de la Policía Judicial, pero desde ese año y ya independientes, se instalaron en el barrio de Canillas en Madrid. Desde ahí han resuelto los casos más complejos que nos podamos imaginar, poniendoselo cada vez más difícil a los criminales.

"El crimen perfecto como tal no existe, lo que sí existe son crímenes muy, muy complicados de investigar, y que por diversas circunstancias pues se van complicando más", ha dicho el comisario general de la Policía Científica, Pedro Mélida, en 'La Noche'.