Viene a vivir a España por su hija con discapacidad, tiene que vivir en la calle y una conversación le cambia la vida: "Me ignoraban"

Abraham es uno de los muchos casos de personas que han vivido en la calle, en un momento de especial crisis por las 500 personas que están viviendo en Barajas 

Fernando de Haro
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Luis Calabor

Madrid - Publicado el

3 min lectura

En los últimos días, el foco mediático ha estado puesto sobre una realidad incómoda: más de 500 personas sin hogar pasan la noche en el aeropuerto de Barajas, en Madrid. Esta situación ha encendido un cruce de acusaciones entre administraciones. Mientras el Ayuntamiento exige al Gobierno central, a través de AENA, que tome medidas urgentes, desde el Ejecutivo se señala al consistorio como el principal responsable de ofrecer soluciones.

Pero más allá de los reproches políticos, hay vidas reales. Rostros con historias duras, marcadas por la pérdida, el abandono o la enfermedad. Como la de Abraham, un hombre peruano que hoy vive en la residencia Santa María de la Paz, de los Hermanos de San Juan de Dios. Hace cinco años dormía en la calle, tal y como cuenta a Fernando de Haro en La Mañana del Fin de Semana. “Me quedé sin dinero para pagar el cuarto. Vine a España por mi hija, que tiene discapacidad intelectual. Al principio la cuidé yo, pero llegó un momento en el que no podía más”, explica.

La residencia de Santa María la Mayor

La residencia de Santa María de la Paz acoge a una gran cantidad de personas que se han quedado sin hogar

LA HISTORIA DE ABRAHAM: DURMIENDO DONDE PODÍA

Abraham pasó cinco meses durmiendo al raso, a veces bajo edificios, otras en parques. “Nos tapábamos con plásticos cuando llovía. Dormir en la calle es muy duro. La gente te ignora, como si no existieras. Algunos te roban, tienes que estar siempre alerta. Es otro mundo”.

Aunque le ofrecieron ir al aeropuerto, nunca llegó. “Ya teníamos un sitio bajo un edificio y nos quedamos allí. Pero sabía que era cuestión de tiempo, hasta que alguien me habló de San Juan de Dios”, recuerda. Hoy comparte una habitación luminosa con vistas al jardín, donde ha recuperado parte de su vida: “Aquí duermo bien, tengo ducha, ropa… Y sobre todo tranquilidad”.

A muchas personas no les ha quedado otra que acudir a la residencia

A muchas personas no les ha quedado otra que acudir a la residencia

La casa Santa María de la Paz acoge a 90 personas. Fernando de Haro, visita, para La Mañana del Fin de Semana, el centro y conversa también con Juan Antonio, uno de los hermanos que la gestionan. “Aquí vienen hombres de entre 45 y 65 años, derivados por el SAMUR Social. Son personas que han perdido su red de apoyo, su hogar, su trabajo. Gente como tú o como yo”, asegura con serenidad.

Son personas que han perdido su red de apoyo, su hogar, su trabajo. Gente como tú o como yo"

Juan Antonio

Hermano de la casa de Santa María de la Paz

LO QUE VEN EN SANTA MARÍA DE LA PAZ: "EL PROBLEMA NO ES SOLO BARAJAS"

Juan Antonio tiene claro que el problema no se limita al aeropuerto. “Es algo que viene de lejos. Lo que pasa es que, cuando lo ves en imágenes, cuando se convierte en algo incómodo para el ciudadano medio, entonces preocupa”. Y lanza una advertencia: “No nos preocupa tanto contagiarnos de enfermedades, como contagiarnos de insolidaridad”.

En esta casa, la prioridad no es solo dar cama y comida, sino restaurar la dignidad. “Dormir, comer, vestirse... todo eso es básico. Pero lo esencial es que vuelvan a sentirse personas”, afirma el religioso.

Otra de las historias que de Haro recoge en su recorrido es la de Antonio, un hombre de mediana edad que lo perdió todo tras una separación inesperada. “Tenía trabajo, casa, hija, una vida hecha. Pero de pronto todo se vino abajo. Entré en una depresión profunda, no podía ni ir a trabajar”, confiesa. El alcohol fue su refugio temporal. “Beber para olvidar es lo más cobarde. Las penas saben nadar”.

"La idea es que muchos vuelvan a sentirse seres humanos"

"La idea es que muchos vuelvan a sentirse seres humanos"

Hoy, Antonio se recupera poco a poco. Sentado en una terraza soleada, reflexiona con cierta calma. “Llegar aquí me salvó. Pero hay muchos más ahí fuera, invisibles, olvidados”.

Mientras las administraciones discuten sobre competencias, hay cientos de personas en situación de calle que esperan una oportunidad, una cama, una mano tendida. Y aunque algunas han encontrado ese apoyo en lugares como Santa María de la Paz, otras siguen buscando refugio en espacios como Barajas, convertidos en hogares improvisados bajo la mirada indiferente de muchos.

“Lo que más duele es que pasen por tu lado y no te vean”, dice Abraham. Su historia, como la de tantos, nos recuerda que nadie está a salvo de acabar en la calle. Y que mirar hacia otro lado no hace que el problema desaparezca. Solo lo oculta un poco más.

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