Diego Garrocho: "Si políticos poderosos insisten en presentarse como personas perseguidas por sus convicciones, es porque a veces funciona"
El profesor de Filosofía, Diego Garrocho, afirma que una victimización inverosímil resulta escasamente eficaz

Diego Garrocho
Madrid - Publicado el - Actualizado
2 min lectura
Pues como una víctima del fango, así se ha definido Santos Cerdán hoy, durante su comparecencia en el Tribunal Supremo, poco antes de que el juez decidiera enviarlo a prisión en Soto del Real. La Gürtel pesa una acusación por delitos de cohecho, organización criminal y tráfico de influencias.
La mano derecha de Pedro Sánchez en el Partido Socialista, hasta hace apenas dos semanas, ha optado por refugiarse en su condición de víctima para eludir toda responsabilidad penal y política. Según su propio testimonio, todo esto forma parte de una persecución judicial por haber negociado gobiernos de coalición democráticos.
La estrategia no es ni mucho menos nueva. Rajoy la ensayó cuando afirmó que la Gürtel era una trama contra su partido. Y esa victimización agravada es la misma que se ha seguido en todos y cada uno de los casos de corrupción que acechan a Pedro Sánchez.
El propio presidente la puso en práctica, bajo una espesa capa de maquillaje, en su primera comparecencia tras desvelarse los audios de Cerdán. Como estrategia de defensa, una victimización inverosímil resulta escasamente eficaz. Pero si hay tantos políticos poderosos que insisten en presentarse como modestas y vulnerables personas perseguidas por sus convicciones, es porque entre el electorado a veces funciona.
Daniele Glioli escribió un ensayo estupendo en el que explica por qué la víctima es el héroe de nuestro tiempo. Ser víctima ya no exige pruebas ni evidencias. Es una mera condición declarativa.
La victimización es un ejercicio de manipulación moral en el que la sedicente víctima se convierte en un inimputable moral gracias a su condición. Reclama una capacidad especial, la potencia del impotente, que a través del daño injusto se convierte en un perfecto inocente.
Con lo que no cuentan los victimizados es que lo que puede ser efectivo en un mitin, en un polideportivo, en una capital de provincias, puede antojarse ridículo si se dice en sede judicial negar lo obvio y no asumir ni una mínima cuota de responsabilidad.
Allí donde hay indicios evidentes es una pésima estrategia de defensa. Pero hay quien se ha acostumbrado tanto a fingir que no es improbable que haya olvidado cómo se pronuncia la verdad.