Diego Garrocho: "Como la democracia tenga que protegerse con argumentos tan débiles como los de De Niro, arreglados vamos"
El profesor de Filosofía, Diego Garrocho, tacha de ingenua la idea de que el arte sea democrático

Madrid - Publicado el
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Pues pocas veces tus preguntas pueden resolverse con un simple sí o no. Pero en esta ocasión quiero ser absolutamente rotundo. ¿No o no necesariamente? La respuesta podría parecer obvia si no fuera porque, hace apenas unos días, Robert De Niro defendió en el Festival de Cine de Cannes algo tan extravagante como que, en efecto, el arte es democrático.
Esta butade algo infantil la pronunció al recoger la Palma de Oro honorífica. Una ocasión en la que demostró que se puede ser un actor genial y, al mismo tiempo, una persona bastante inculta.
Es evidente que no existe ninguna relación entre el arte y la democracia, y la prueba está en que ha habido regímenes no democráticos que, sin embargo, han sido sublimes en la promoción de las artes. Confieso que me produce cierto sonrojo ver a actores soberbios hablar como si fueran adolescentes.
Tal era el afán de De Niro por presentarse como un héroe, que llegó a declarar que el arte —entiendo que el suyo, el primero— es una amenaza para los fascistas de nuestro tiempo. El aserto es tan ridículo que ignora un hecho fundamental: el fascismo fue, sobre todo, un proyecto totalitario que intentó estetizar la política hasta el extremo.
De hecho, artistas tan destacados como Marinetti, autor del manifiesto futurista, fueron fascistas militantes. Y la lista es larga, desde poetas excelsos como Gabriele D’Annunzio hasta filósofos como Giovanni Gentile. El fascismo fue un catalizador artístico abrumador, y eso no lo convierte en nada más justo.
Entiendo que algunas personas sientan un afán irrefrenable de heroísmo, pero en su empeño por soñarse antifascistas, algunos acaban incurriendo en disparates vergonzosos. Se puede y se debe defender el arte sin atribuirle ninguna función salvífica. Y se puede y se debe combatir el fascismo, y todos los demás totalitarismos, sin defender ideas absurdas.
Como la democracia tenga que protegerse con argumentos tan débiles como los de De Niro, arreglados vamos.