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'El bueno, el feo y el malo' de Jorge Bustos

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Tiempo de lectura: 4'Actualizado 22:26

''Concluye la semana de la censura y a esta hora no estamos seguros de que no continúa hablando Fidel Iglesias Turrión –por la turra que da-, mientras las taquígrafas se desploman de agotamiento. Ya siento tener que entregar esta sección a la gran tabarra parlamentaria, tan insufrible como estéril, pero yo solo soy un notario de la actualidad. Y además, no todo fue malo a lo largo de una moción siempre a caballo entre lo bronco y lo somnífero: también sirvió por ejemplo para que quienes no conocían la capacidad oratoria de doña Ana Oramas descubrieran su talento y su valentía.

La buena: Ana Oramas

Desmontó el tinglado teatrero del capo populista en una intervención concisa, fibrosa, con la brevedad a que la obligaba el turno del Grupo Mixto, pero con la contundencia que se pudo constatar en el desprecio de Iglesias al responderla. A los que llevamos algunos años ya cubriendo las sesiones parlamentarias no nos sorprendió, porque Ana Oramas –o Ani, como la llaman cariñosamente en las islas-, es una política inasequible al postureo, que tiene muy claro que su papel es conseguir el mayor número de beneficios concretos para sus representantes. Vende caro su voto pero no pide imposibles, y es tan alérgica a la demagogia como al fanatismo ideológico. A menudo la acusan de venderse al PSOE o al PP quienes como el propio Iglesias no entienden el lenguaje del pacto sino el del conflicto permanente. Pero lo que la diputada única de Coalición Canaria ha logrado para los canarios, y para todos los españoles como socia necesaria de los presupuestos, ya es mucho más de lo que pueden enseñar los 70 inútiles escaños de Podemos, que en la Cámara no cuentan para nada más que para aplaudir la logorrea castrista de la pareja al mando.

Nadie desnuda al macho alfa impunemente. La propia Irene Montero lanzó la fatwa de clases contra Oramas y a su señal toda la horda zombi cargó contra ella en formación soviética. Lo cual ennoblece a la atacada, pese a que tantos compañeros de prensa, radio y televisión estén todavía rasgándose las vestiduras por el machismo de Rafa Hernando que denunció la diputada Montero, pero no demuestran la misma sensibilidad exquisita ante el machismo de Pablo Iglesias que denunció la diputada Oramas. Se conoce que una mujer solo puede denunciar machismo si es de izquierdas: para el feminazismo las mujeres de centro o de derechas son en realidad machirulos con falda. Pero la portavoz canaria se atrevió a decir en voz alta lo que muchas en esa Cámara piensan de Iglesias, el chico que soñaba con azotar a las mujeres; y no hablo solo de diputadas del PP, o del PSOE, o de Ciudadanos: hablo de diputadas errejonistas de Podemos que no tragan la testosterona del macho alfa, pero que se guardan de decirlo en alto para evitar ser purgadas, como ya lo fue la pobre Tania. Del mismo modo que no le tragan ni Manuela Carmena, ni Ada Colau, ni Mónica Oltra. Por eso el voto femenino es el que más se le resiste a Podemos, y se le seguirá resistiendo mientras el censurador censurado encabece el cartel.

El feo: José Luis Ábalos

No es otro que don José Luis Ábalos, a quien le tocó bailar con la más fea en la moción. El portavoz socialista hizo un discurso muy medido que debía navegar entre dos afirmaciones manifestadas hace días por Adriana Lastra, la nueva mujer fuerte del PSOE: puede que Rajoy sea censurable, pero Pablo Iglesias no es presidenciable. El líder populista sabe que está en retroceso, que quien sube ahora es Pedro Sánchez, y tendió la mano al PSOE no porque de pronto haya cobrado aprecio por los socialistas, a los que en su mente decimonónica sigue considerando traidores al proletariado, sino porque necesita socializar su propio descrédito con el partido de Felipe González, que ya no es el de la cal viva: ahora es el modernizador de España.

Se desprende los primeros movimientos del renacido secretario general, que aunque ganó las primarias con un discurso radical, parece estar moderándose no sé si por la experiencia ganada o por los consejos de unos asesores mejores que los que tenía. Mi tesis es que Sánchez amagará con la moción para calmar a sus bases, pero no la llevará a cabo porque necesitaría a los separatistas y eso rompería el PSOE. Su estrategia consiste más bien en ganar tiempo, porque el cronómetro de la legislatura le beneficia: Podemos seguirá perdiendo votos en beneficio de una alternativa creíble al PP, que es la que debe conformar ahora Sánchez. Por eso integra a los críticos, y apoya a Rajoy ante el desafío indepe. Ábalos no entregó el PSOE a Podemos como concluyeron precipitadamente algunos colegas: compró tiempo y siguió a lo suyo, que es rearmar el centro-izquierda como polo de alternancia imprescindible para la estabilidad de España desde la Transición hasta hoy.

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El malo: Pablo Iglesias

Estoy por atribuirle ese papel por defecto todas las semanas. Pero es que el muchacho se lo gana a pulso. Primero las tres horas de tabarra pedante y revisionista, donde parecía un guionista a tiempo parcial del Ministerio del Tiempo, parcial también en su visión de la historia de España. Después pretendió parecer presidenciable calzándose una chaqueta de su talla, pero el errejonismo impostado le duró lo que tardaron Oramas y Rivera en hacerle perder los papeles y sacar su verdadera cara, la cara roja, congestionada, de la intolerancia y la soberbia.

Destruir siempre es más vistoso que construir. Si en el reparto nupcial de papeles hubiera asumido don Pablo el rol de ariete y doña Irene el de presentadora de un programa de Gobierno, habríamos dicho todos que Montero está aún muy verde. Sobre todo porque el programa de Gobierno de Podemos es una mezcla de muros de Facebook con gatitos y manuales tardomarxistas que ya estaban obsoletos cuando Adolfo Suárez hizo la comunión. Pero para cagarse en el PP vale Montero y un rapero con seborrea: no tiene ningún mérito. Lo que tiene mérito es lo de Rajoy: con la corrupción asediándole, llega la moción de Iglesias y la votación consigue reforzarle la mayoría parlamentaria que obtuvo en su investidura. Con enemigos así, quién necesita una mayoría absoluta.

Un disparo en la recámara 

Pues esta semana he disparado ya suficiente. Pero mañana voy a cubrir el congreso del PSOE, y aunque en otro tiempo habría llevado casco y chaleco de kévlar, al parecer dicen que bastará con que llevemos hilo y aguja, porque vamos a asistir a una sesión familiar de costura y confección. Ya te lo contaré, porque si no lo veo, no lo creo''.

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