Las vacunas son uno de los avances científicos más importantes de la historia de la Humanidad. Gracias a ellas se han evitado miles de muertes. Por eso resulta sorprendente que algunas personas las teman. Desde el punto de vista científico no cabe en la cabeza ese movimiento que actualmente aboga por no vacunar a sus hijos.

Leyendo al respecto el origen de este movimiento pseudocentífico lo encontramos en una investigación del médico británico Andrew Wakefield en 1998. Este tipo publicó un trabajo en el que vinculaba el autismo con la vacuna de la triple vírica. A pesar de que médicos y científicos de primer nivel lo desautorizaron y que incluso la Organización Mundial de la Salud se ha visto obligada a hacer periódicos desmentidos al respecto esto se ha instalado en la creencia popular. El año pasado se dieron 350.000 casos de sarampión en el mundo, más del doble en comparación con 2017. Pero la cosa no queda ahí, según datos de la OMS en el primer trimestre de 2019 se han multiplicado por cuatro.

Vistas las estadísticas Alemania ha decidido tomar medidas al respecto. Después de registrar 543 casos de sarampión el año pasado y más de 400 en lo que va de este, la vacuna contra esta enfermedad, pasará a ser obligatoria en 2020. Una medida que la asociación de pediatría alemana lleva exigiendo no sólo contra el sarampión, sino también contra otras enfermedades. Quien no cumpla tendrá consecuencias porque podría tener que pagar hasta 2.400 euros. Según el ministro de Salud alemán, Jens Spahn, el objetivo de esta ley es proteger a tantos niños como sea posible.

El Gobierno alemán ha sido el primero en tomar cartas en el asunto pero no es el único que tiene que enfrentarse a esta situación. Estados Unidos es el país que más antivacunas militantes tiene.  Y es que las cifras hablan por si mismas:  en los últimos 8 años, hay más niños no vacunados que vacunados.

El tema no debe caer en saco roto, es muy importante. Hay un problema que resolver. Desde UNICEF no se cansan de asegurar una y otra vez que es fundamental aumentar la cobertura de las vacunas, vacunar a cuantos más niños mejor y “crear un paraguas de inmunidad para todos”.  Lo dicho: Hay un problema que resolver