Este domingo celebramos la Pascua del Enfermo, un momento para que nos enseña a ver más allá de la enfermedad. Es lo que le pasó a la protagonista de esta historia que hemos conocido gracias a Nati Gavira, de la Diócesis de Córdoba. Es la historia de Olga Moyano, que encontró al Señor en los momentos más difíciles de su enfermedad.

A Olga la recibieron de urgencia dos hematólogos en el hospital y le dijeron que avisase a toda su familia porque era una situación especialmente grave. No fue hasta al día siguiente cuando pudieron confirmarle que sufría una leucemia muy agresiva. Estaba en el mejor momento de su vida, personal y profesionalmente... y de repente todo cambió. Tenía veintinueve años, estaba recién casada y ya pensaba en tener hijos. Sin embargo, era el momento en el que más alejada estaba del Señor.

Olga necesitó a los médicos para salvar su cuerpo y a Dios para salvar su alma, como ella misma suele decir. “Si me voy, no estéis tristes”, le decía a su madre en la habitación mientras ella la cogía con fuerza de la mano. Una compañía, la de su familia y sus amigos, por la que Olga estará eternamente agradecida.

Olga llegó a estar aislada más de cuarenta días seguidos cuando le sometieron a un trasplante de médula. Solo los médicos estaban autorizados a entrar en la habitación. Su situación fue crítica y, sin embargo... consiguió salvar su vida.

Recibió diariamente la comunión de parte del capellán del hospital. Una asistencia de la pastoral del enfermo que le resultó “vital”, como le ha reconocido a los compañeros de la diócesis de Córdoba. También para su madre, que siempre permaneció a su lado durante la enfermedad.

Esa es la importancia de sensibilizar sobre los enfermos y quiénes los cuidan.