Irene Pozo, sobre la santidad: "Quizá se trate de aprender a vivir de otra manera y a mirar con otros ojos"
La directora de 'La Linterna de la Iglesia' reflexiona sobre la santidad en su monólogo

Irene Pozo, sobre la santidad: "Quizá se trate de aprender a vivir de otra manera y a mirar con otros ojos"
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Se aproxima el día de Todos los Santos y me viene a la cabeza la exhortación del papa Francisco Gaudete et Exsultate que nos habla sobre la santidad en el mundo actual.
Francisco nos recuerda que la santidad no es otra cosa que la vida que hacemos y construimos todos los días. Los santos de la puerta de al lado, esas personas que con su vida, con su esfuerzo, son ejemplo de santidad para todos. Lo encontramos en muchas personas anónimas, por ejemplo en los padres que, no sin dificultad, crían y educan a sus hijos dando lo mejor de ellos mismos, o en la sonrisa de un abuelo en el parque o en la valentía de la enfermedad...
Decía Benedicto XVI que “la santidad no consiste en realizar acciones extraordinarias, sino en hacer propias las actitudes, pensamientos y comportamientos de Cristo”, y que no sólo los grandes santos son indicadores del camino. “También hay santos sencillos, simples, personas buenas” con un “heroísmo muchas veces invisible”.
Quizá se trate de aprender a vivir de otra manera y a mirar con otros ojos. Hay más santos de la puerta de al lado de lo que imaginamos. La vida cristiana está llamada a la santidad. Por eso, también es importante tener presente a tantos que con su ejemplo nos ayudan a afrontar los problemas de cada día.
Hay santos anónimos y santos reconocidos. Tenemos grandes referentes. Por ejemplo, san Francisco de Asís, que tanto inspira al Papa Francisco; o san Ignacio de Loyola, del que acabamos de celebrar el quinto centenario de su conversión; Teresa de Jesús; o más recientes: madre Teresa, Juan Pablo II…
Son personas que inspiran, que nos empujan a imitar y contagiar su estilo de vida que no es otro que el de Jesús.
Y volviendo al día de Todos los Santos, es un día en el que solemos visitar los cementerios, las tumbas donde se encuentran nuestros seres queridos para recordarles. También hay que hacerlo con nuestra oración. Una oración que cobra aún más fuerza si miramos al Día de Difuntos que celebramos justo después de los Santos.
Y es que este tiempo de pandemia ha dejado muchas víctimas. Leía ayer en el semanario Alfa y Omega un reportaje sobre este tema donde decían que los capellanes siguen recibiendo llamadas de familiares que quieren celebrar un funeral por alguien fallecido por la COVID-19. ¡Cuántas personas no han podido siquiera despedirse de sus seres queridos! Y sin despedida, el duelo no es posible.
Y la fe ayuda, vaya que si ayuda, reconforta de tal manera que nos recuerda y nos hace sentir que no estamos solos ante la muerte. Hay que reforzar con la oración a nuestros difuntos, a nuestros seres queridos. Es la esperanza cristiana que se hace tan necesaria en este tiempo en el que, sobrepasados muchas veces por las circunstancias, parece que hemos perdido el sentido de la muerte y de la vida.
Yo me quedo con una enseñanza de san Francisco de Asís que dice: “Recuerda que cuando abandones esta tierra, no podrás llevar contigo nada de lo que has recibido, solamente lo que has dado: un corazón enriquecido por el servicio honesto, el amor, el sacrificio y el valor» .