Todavía con el corazón en un puño tras el suceso de Algeciras donde el sacristán Diego Valencia era asesinado por su fe, hemos que ser conscientes de la necesidad que tenemos de avanzar en el camino de la paz y la fraternidad.

Cierto es que hechos como este nada tienen que ver con la religión pero, como pedía el Papa Francisco a los líderes religiosos en su viaje a Bahréin, hay que promover iniciativas concretas para que ese camino de paz y fraternidad sea siempre constante.

La Fundación Pontifica Ayuda a la Iglesia Necesitada recordaba en un comunicado que estamos ante el primer atentado yihadista mortal contra iglesias en España. Es cierto que este tipo de ataque es muy frecuente en muchos países del mundo y que en Europa cada vez conocemos más casos. Según el último Informe de Libertad Religiosa en el Mundo que elabora esta Fundación, la libertad religiosa no está garantizada en 1 de cada 3 países del mundo.

Por seguir con algún dato, el Papa, en su discurso de comienzos de año a los miembros del cuerpo diplomático acreditados ante la Santa Sede recordó que “uno de cada siete cristianos en el mundo es perseguido por su fe”. Al final hablamos de un derecho fundamental que tiene que garantizarse porque no vale sólo con condenar la violencia.

Y a eso estamos llamados, a fomentar y a construir una verdadera cultura de la convivencia como decía esta mañana el obispo de Cádiz y Ceuta, Mons. Zornoza durante el funeral de Diego Valencia.

Y es que como nos recuerda la encíclica ‘Fratelli Tutti’ la violencia no encuentra fundamento en las convicciones religiosas.

No caigamos tampoco en señalar a los migrantes o a los hermanos musulmanes, porque nada tiene que ver con esto.

Ojalá sigamos confiando en que el diálogo y el encuentro son posibles. Ahí empieza el camino hacia la fraternidad.