Cuando hablamos de Sínodo o de Sinodalidad aún resulta un término extraño que no muchos llegan a entender. Eso de emprender un camino juntos, quizá suene un tanto idílico. Pero párate a pensar un momento. ¿Cuántas veces hemos escuchado -más aún en los últimos meses- aquello de ‘juntos somos mejores’? Si hay buena intención, efectivamente, creo que no podemos negar eso de ‘juntos somos mejores’. Lo somos con los amigos, con los compañeros de estudios o trabajo, con la familia… Es como cuando uno se enamora y descubre en ese amor correspondido a su otro yo, sin él se siente incompleto, ¿no? Juntos somos mejores. También en la Iglesia.

Y es aquí donde nos preguntamos ¿qué es lo que se espera de la Iglesia en el momento actual? ¿Por qué este Sínodo de los obispos quiere abrirse a todo el Pueblo de Dios? Pues precisamente porque en la Iglesia estamos todos, y nuestra misión es común, no podemos hacer la Iglesia de unos pocos. La Iglesia la tenemos que hacer juntos. Y es más necesario que nunca empezar a caminar. Por eso el Papa nos invita a ser partícipes de este itinerario. Lo fácil sería escuchar solamente a los padres sinodales en la asamblea de obispos, pero la Iglesia nos pide ir más allá. Abrir puertas, derribar muros y llegar hasta aquellas personas que un día no supimos escuchar -como señaló la teóloga Cristina Inogés en su meditación durante el momento de reflexión previo a la apertura del Sínodo en Roma- y “construir esa Iglesia llamada a ser refugio seguro para todos; lugar de encuentro y diálogo intercultural, espacio de creatividad teológica y pastoral con la que afrontar los desafíos a los que nos enfrentamos”.

Y este momento ha llegado. Ya sabes que son tres las fases que hay que atravesar en este camino: la diocesana, la continental y la universal. El domingo comienza la fase diocesana que se va a extender hasta el mes de abril. En ella la Iglesia quiere escuchar a los fieles de todo el mundo, también a los alejados de la Iglesia. Probablemente sea la consulta más amplia que se ha realizado hasta ahora.

Durante la apertura de este camino sinodal, el Papa Francisco ponía tres verbos sobre la mesa: ENCONTRAR, ESCUCHAR Y DISCERNIR. Y recordaba que un verdadero encuentro solo nace de la escucha. Pero hay que escuchar con el corazón, no solo con los oídos. De manera recíproca. Porque solo así entraremos en diálogo, iniciaremos el debate y llegaremos al discernimiento.

Tres verbos y una única dirección: la de hacer Sínodo. Es uno de los desafíos que tenemos por delante y que requiere del compromiso y la participación de todos. Quizá cada uno de nosotros, deba empezar a preguntarse cómo puede hacer posible este sínodo consigo mismo y con su entorno. ¿Cómo puedo ser instrumento de servicio para lo que pide la Iglesia?

En definitiva, hacer sínodo es calzarse las sandalias de Jesús y seguir sus pasos. ¿Te apuntas?