España es uno de los países con más consumo de pornografía. Además, la edad de inicio es cada vez más temprana. Según estudios recientes, uno de cada cuatro niños, accede al porno antes de los 12 años. Mucho de ellos, lo hacen con apenas 8 años de edad. Los datos son escalofriantes, sobre todo pensando en la adicción que este hecho puede provocar y en las consecuencias que pueda tener.

El Gobierno ha confirmado esta semana su intención de desarrollar un plan para impedir el acceso de los menores a contenidos nocivos como la pornografía, pero es algo que va un poco más allá.

Aquí entra en juego también el ámbito educativo. Esto es algo que preocupa a la Iglesia que apuesta por una educación afectivo-sexual que muestre que la sexualidad es bella y no es violenta. Educar en el afecto, educar en el amor, en el respeto, en la entrega, e incluso en la responsabilidad sexual, es un deber que tenemos como sociedad, como educadores, como familia. Porque no nos olvidemos que los padres somos los primeros responsables de la educación de nuestros hijos.

Estamos ante un problema preocupante. El Papa Francisco, en su ciclo de catequesis, hablaba esta semana de la lujuria como un vicio peligroso, especialmente en el ámbito de la sexualidad. Decía “si no está contaminado por el vicio, el enamoramiento es uno de los sentimientos más puros”.

Y es verdad, si no hay amor, la vida es más triste, uno puede incluso experimentar la temida soledad. Nos volvemos egoístas y se pierde el sentido de muchas cosas. Nuestros niños y jóvenes tienen que aprender a amar, como hicimos nosotros. Somos el mejor ejemplo para guiarles en este camino.

El hombre no puede vivir sin amor. Como dijo Juan Pablo II, “el amor auténtico no es un vago sentimiento ni una ciega pasión. Es una actitud interior que compromete a todo el ser humano”.

Bienvenido a La Linterna de la Iglesia, te saluda Irene Pozo en este viernes, 19 de Enero.