“La vejez no es una enfermedad, sino un privilegio”. Bellas palabras sacadas de una carta que el Papa Francisco escribía a los sacerdotes ancianos y enfermos que en Lombardía se reunían con motivo del Día de la Fraternidad… El privilegio de asemejarse a Jesús, el que sufre y lleva la cruz.

“Portadores de sueños, cargados de memoria”, decía el Papa. Algo muy importante para las generaciones más jóvenes. Porque si no hacemos memoria de nuestro pasado, si no somos capaces de aprender sobre lo ocurrido, de avanzar en el camino del perdón y la reconciliación, dificilmente caminaremos en el presente con vistas al futuro.

Me enternece hablar de la relación de los jóvenes con los abuelos. No solamente en las relaciones familiares, sino en el mundo en general que nos rodea.

Conocíamos esta semana la carta que el Papa emérito escribía al cardenal Rouco en respuesta a la felicitación enviada por los 70 años de ordenación sacerdotal de Benedicto XVI. Una carta muy entrañable donde hacía referencia al momento vivido hace 10 años en Madrid con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud.

El Papa Emérito cuenta que cada domingo ven uno de los videos que el cardenal Rouco le ha enviado recordando lo vivido. Y reflexiona diciendo: “Una Iglesia en la que tantos jóvenes se reúnen alegres en torno al Señor no tiene nada que temer respecto a su futuro, aún cuando sobrevenga un chaparrón que intente disgregarlo todo”…

Son las palabras de Benedicto XVI tras la gran tormenta que se vivió en Cuatro Vientos en la noche del 20 de agosto de hace ahora 10 años. Rayos, truenos, lluvia.., dejaron en silencio a los casi dos millones de jóvenes que participaban en la gran vigilia de oración.

Nunca una tormenta había traído consigo tanta esperanza, tanta fuerza, tanta unidad y tanto valor para afrontar las pruebas de la vida. Una década después nos damos cuenta que el tiempo pasa, y hacemos memoria, una memoria agradecida que nos recuerda que los jóvenes son la gran esperanza para el futuro del mundo y de la Iglesia.