En la semana Laudato Si’ que estamos celebrando, se ha presentado el mensaje del Papa para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que se celebrará en septiembre. Y en él Francisco nos invita a mantener una justa relación con Dios, la humanidad y la naturaleza que nos viene bien tener cuanto antes, para que la justicia y la paz, dice el Papa, fluyan como agua que nutre a todas las criaturas. Nos traslada Francisco a un recuerdo y a un sonido. El recuerdo es de julio de 2022, cuando visitó las riberas del lago Santa Ana en Alberta, Canadá, lugar de peregrinación para muchos indígenas durante generaciones. El sonido, el de los tambores de generaciones de estos pueblos, tambores similares a los latidos del corazón de la madre y de la tierra. Allí, en Alberta, expresó el Papa que para crecer como seres humanos necesitamos acompasar los ritmos de la vida con los de la creación que nos da la vida. ¿No es un sentir común para prácticamente todos nosotros?

Francisco vuelve a poner ante nuestros ojos a las víctimas de la injusticia ambiental y climática y habla de guerra contra la creación, sin paliativos, que se hace patente en los ríos que se secan, la contaminación, la deforestación…

Para acabar con todo esto, detener el cambio climático, es urgente, afirma Francisco, cambiar nuestro estilo de vida y las políticas públicas que nos gobiernan, apostar por la conversión ecológica de todo en lo que participamos…

Porque si no, estamos siendo cómplices de la injusticia sufrida por los más pobres. «Nuestra Iglesia sinodal debe ser fuente de vida para la casa común», dice el Papa.