
La Iglesia no solo debe adaptarse a los cambios del mundo, sino también transformarlos con el poder del Evangelio
Escucha el monólogo de Irene Pozo en La Linterna de la Iglesia
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Hace apenas dos semanas fallecía el Papa Francisco. Han sido días de mucho ajetreo informativo, en cierto modo de sentir la responsabilidad de contarle al mundo lo que estábamos viviendo; y ese sentir profesional se mezclaba, sin poder evitarlo, con lo personal. Al final, la vocación y la misión cristiana, son aspectos integrales en nuestra vida y es difícil separarlo.
Esto es algo a lo que el Papa Francisco nos ha invitado constantemente durante su pontificado porque nos animó a cambiar nuestra perspectiva sobre lo que significa ser cristianos y vivir en el mundo. Nos enseñó a mirar con otros ojos, a adaptarnos a nuevos tiempos, a no juzgar, a abrazar la diversidad y a entender que la Iglesia es, ante todo, un hospital de campaña, un lugar de acogida para todos, sin distinciones.
Esa huella de Francisco nos hace ver una Iglesia más auténtica en su testimonio de fe. Porque la Iglesia no solo debe adaptarse a los cambios del mundo, sino también ser capaz de transformarlos con el poder del Evangelio, de modo que todos podamos encontrar en ella un lugar de esperanza y unidad.
Son muchos los retos que presenta el mundo de hoy y a los que la Iglesia debe seguir mirando. En unos días volvemos a Roma para vivir un acontecimiento histórico, del que todo el mundo habla estos días. El miércoles inicia el cónclave que elegirá al próximo sucesor de Pedro… pero más allá de la expectación que supone este hecho, los cristianos estamos llamados a acompañar este momento crucial de la vida de la Iglesia a través de la oración, “Quien reza nunca está solo” decía el Papa Francisco.
Porque de la oración nace la esperanza y nos conecta con Dios, algo importante en momentos como el que estamos viviendo ante la elección del próximo papa.
Es tiempo de oración y de espera confiada. Y de mirar con ojos de fe, sabiendo que la Iglesia es guiada por el Espíritu Santo, y que su misión sigue siendo la misma: llevar el mensaje de Cristo al mundo.