La decisión que tomó la periodista de Cádiz, Susana Herrera, tras perder a su hijo con siete meses de vida en un accidente de tráfico

En 'La Linterna de la Iglesia' conocemos cómo la periodista religiosa en la televisión pública andaluza salió adelante tras la marcha de su hijo 

Susana Herrera
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Redacción Religión

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Susana Herrera, periodista religiosa en la televisión pública andaluza, conoce bien lo que se siente al perder a un hijo. Ella y su marido perdieron al pequeño José Andrés, su primer hijo, con tan solo siete meses en un accidente de tráfico. La luz vino por la donación de órganos. 

Desde entonces, Susana se entrega en cuerpo y alma a sensibilizar sobre la donación de órganos, se convierte en una activista de la vida, comparte su experiencia, con conferencias, a través del libro 'Lágrimas de vida', promueve la donación con la campaña del mismo nombre, que implica a cofradías, artistas, particulares, entidades de todo tipo… pero también con su acompañamiento a personas que han pasado por lo mismo.

Para ella, «hablar de la vida y la muerte es la misma cosa cuando entiendes en profundidad que después de la muerte de tu propio hijo sientes un bálsamo que calma tu dolor por haber dicho SÍ a la donación de órganos, entregando su hígado y sus riñones para que otros niños pudieran volver a celebrar su cumpleaños».

La fe, el principal sostén de Susana Herrera

Susana supo desde el principio que «no podía quedarme con su muerte física y encontré mi propia resurrección y el alivio de otros padres, que esperaban que el milagro del trasplante sucediera para sus hijos. Me agarré fuertemente a la Cruz y encontré la Luz.

Ahora veinte años desde la muerte física de mi hijo José Andrés me siento trasplantada de todo, de hígado, de riñones, páncreas, estómago, intestino, de pulmón y de corazón, médula. Sólo puedo dar gracias a la vida por ese hijo que me enseñó el misterio de la vida y de la muerte, y cómo la fe es mi bandera sintiendo que cuando deje de ser me reuniré de nuevo con él, siempre dando gracias por llevarme a ser parte de esta gran familia del trasplante formada por el personal sanitario, los trasplantados que son nuestros monumentos vivos, y los donantes, el primer eslabón de esta gran cadena de solidaridad y AMOR con Mayúsculas».

"a los padres les consuela saber que a su hijo lo han podido amar en el seno materno"

Acompañar eso es lo que ayuda también a que el milagro se produzca. La fundadora de la funeraria especializada en bebés 'En Vela', Helena Acín, nos ayuda a comprenderlo: «Cuando la pérdida se produce en el seno materno, pueden escuchar comentarios que son como espadas hirientes: "Es un resto humano", "es solo un fetito", "no te preocupes, te vas a poder volver a quedar embarazada"... Y el dolor de los padres, tan intenso, es como una espada que atraviese el alma, es testimonio del amor tan grande por sus hijos, de que ese es su hijo y lo gritan al mundo: "Mi hijo ha fallecido".

Ese dolor, que es una consternación, pide ser acogido. Y a veces es silenciado, no es reconocido y se vive con mucha soledad y desconcierto, porque el mundo parece que continúa todo igual. Ante esta situación, desde 2014, padres que han vivido esto se han asociado para que estas vidas sean reconocidas y acogidas también a nivel institucional, en el registro civil, en los hospitales y también en la comunidad parroquial, en la Iglesia».

Helena explica que «a los padres les consuela saber que a su hijo, a su hija que ha fallecido, lo han podido amar en el tiempo que ha estado con ellos en el seno materno y que de algún modo sigue acogido en un seno que está rodeado de amor y que también eso se refleja en el cuidado con el que se trata el cuerpecito del bebé. 

También les consuela saber que el vínculo de amor con su hijo es eterno, que es para siempre, que es una relación real y viva. Han sido padres, siguen siendo padres, un modo de vivir la paternidad y la maternidad muy distinto del que esperaban, pero que es también real. Y es una paternidad y una maternidad que se amplía hasta el cielo, es como que su casa se ha abierto de la tierra al cielo. Otro gran consuelo es vivir ese camino que vivieron también María y San José con el niño Jesús, que lo recibieron, lo acogieron y lo pusieron en manos del Señor, que lo consagraron al Señor. Estos padres a los que sus hijos les han sido arrebatados sin su voluntad, contemplando también a María y el rostro doliente de Dios por esta muerte, pueden en esa confianza dar ese paso de poner a su hijo en manos del Señor».

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