Exigirse a uno mismo en principio no es algo malo. Es más, puede sacar lo mejor de nosotros mismos. El problema viene cuando ser muy perfeccionista afecta a la estabilidad emocional, cuando tenemos un carácter que nos lleva querer tener todo bajo control y eso, se convierte en un problema.

Hablamos de personas que, cuando los resultados no son los esperados, terminan sintiendo frustración y también ira, contra ellos mismos y contra las personas que tienen a tu alrededor. Y como consecuencia, puede provocar ansiedad, depresión y otros problemas psicológicos, como los alimentarios.

Es lo que le sucedió a Rebeca Toribio. Desde bien pequeñita, tenía un sueño: ser bailarina profesional. Rebeca empezó a controlar todo lo que comía y su autoexigencia derivó a los 18 años en un trastorno de la alimentación: la bulimia.

Consiguió superar esta enfermedad y aprendió a cocinar, algo que le cambió la vida. De hecho, ahora se dedica a la restauración. Y aunque tiene su propio negocio, con la carga de autoexigencia que eso puede conllevar, no tienen ningún problema. De hecho, cuando se lo piden, no le importa hablar de su testimonio. Esta misma tarde lo va a hacer en unas jornadas de prevención de trastornos de la alimentación de la asociación “Cómete tus miedos”, en Caixa Forum de Madrid.

A Rebeca le pasó con 18 años y por ese sueño de querer ser bailarina profesional, pero la autoexigencia que deriva hacia el autocontrol en la comida, puede suceder a cualquier edad.

Le pasó al hijo de Pepi Aymat, que también desarrolló un trastorno de la conducta alimentaria, pero a los 30 años.

Pepi explica que lo importante es estar pendientes de la conducta de nuestros hijos siempre, sobre todo cuando son menores de edad. Cuando ves que cambian de carácter y que están tristes y muy irascibles, está pasando algo y es el momento de acudir a un profesional.

Ellos lo hicieron y su hijo pudo controlar su autoexigencia.

Para mantener nuestro nivel de exigencia bajo control, la psicóloga Beatriz Gil Bóveda, especialista en autoestima, nos ha dado varios consejos. El primero es no marcarnos expectativas y objetivos personales muy difíciles de alcanzar.

Otro es preguntarnos a nosotros mismos si con frecuencia nos sentimos abrumados por la cantidad de trabajo que tienes que hacer y si nos cuesta demasiado delegar. Y un último consejo: no castigarte por cometer errores o no cumplir con tus expectativas.

Está claro, la autoexigencia es siempre una cualidad positiva si nace desde la motivación por crecer, desarrollarse y conseguir los objetivos que te planteas, siempre con límites sanos.

Pero como todo lado positivo, también existe el negativo. El lado oscuro de la autoexigencia tiende a generar angustia, que en muchas ocasiones puede llegar a generar estrés e insatisfacción y es cuando la salud puede llegar a resentirse.

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Y eso es lo que tenemos que controlar.