

El primer sonido del día en Herrera en COPE
"Ni una crisis sin asumir su responsabilidad, así es difícil avanzar como país"
Sergio Barbosa repasa los principales titulares en el primer sonido del día que marcarán la actualidad de este jueves 1 de mayo de 2025
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Son las seis, las cinco en Canarias.
¿Qué tal? ¿Qué tal? Buenos días. Saludos de Sergio Barbosa en nombre de la gente que hace posible Herrera en COPE, en este jueves, uno de mayo de 2025, día festivo en toda España, Día del Trabajo, que en la radio nos pilla, pues, trabajando, como siempre, como no puede ser de otra manera. Porque esta semana, más que nunca, con lo del apagón masivo, con el cero absoluto que sacó Moncloa en el examen energético del lunes, se ha demostrado otra vez que la radio es el servicio público al que agarrarse en los momentos más complicados. Esto es como una farmacia 24 horas, donde, en lugar de medicamentos, lo que tenemos es información y entretenimiento.
Y el líder de esa farmacia radiofónica, pues ya saben que es Carlos Herrera, que se va a poner a los mandos en nada, a partir de las siete, en un día, por cierto, en el que van a caer algunas lluvias en Galicia, también con algo menos de intensidad en el resto del país. Por el sur es posible alguna tormenta, aunque, a medida que vaya avanzando la jornada, las nubes irán disipándose un poco. Las temperaturas suben en Andalucía y Extremadura, aunque por las noches, en general, hará algo más de fresco.
Bueno, como decimos, hoy es el Día del Trabajo y hay una cosa, si no llamativa, al menos curiosa: teniendo hoy romería los sindicatos y estando Yolanda Díaz con la reducción de la jornada laboral —como Mateo con la guitarra—, con las ganas que tiene la vicepresidenta y ministra de Trabajo de apuntarse el tanto de conseguir que los españoles trabajemos menos cobrando lo mismo... Qué raro, qué raro que hayamos llegado a este día sin que el Consejo de Ministros haya aprobado la tramitación de la famosa iniciativa. Y eso que Yolanda Díaz se ha encargado de esparcir por los medios de comunicación incluso un anuncio institucional que vincula la celebración de hoy, precisamente, a la reducción de la jornada laboral, colocando su sello —el sello de la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo— para que quede claro que es su iniciativa.
Bueno, pues aplazaron la aprobación en el Consejo de Ministros el pasado martes, alegando que con el follón del apagón era mejor dejarlo para el día siguiente, en un Consejo de Ministros extraordinario. Pero ayer miércoles tampoco se aprobó, de manera que Yolanda Díaz y los principales líderes sindicales llegan a esta fecha tan señalada reivindicando una iniciativa que, por lo que se ve, se les resiste más de lo previsto. Y se les resiste con dos aplazamientos consecutivos en Consejo de Ministros. Curiosamente, después de que hayamos sabido que Puigdemont hizo ver que no tenía intención de apoyar, con sus siete votos —los siete votos más caros de la historia—, la reducción de la jornada laboral, entre otras cosas porque la patronal catalana está presionando a Junts para que Junts presione a su vez a Sánchez para que no lo apruebe. Y ahí, desde luego, Sánchez tiene una papeleta complicada: o contenta a Puigdemont, al que suele contentar en todo lo que puede, o contenta a Yolanda Díaz, a la que también contenta siempre que puede, hasta el punto de rescindir el famoso contrato de las balas con Israel, aunque nos cueste a los contribuyentes 6,6 millones de euros.
Así que habrá que seguir la pista de la reducción de la jornada laboral, no vaya a ser otro de esos asuntos que, tarde o temprano, acabe por fundir los plomos del Gobierno. Gobierno que, como se pueden imaginar, prefiere que no le hagan muchas metáforas con los plomos o con nada que tenga que ver con la electricidad, porque bastante jaleo se traen estos días con la construcción del relato para que parezca que el apagón no fue culpa del Gobierno, sino de las malvadas compañías eléctricas. Sin descartar tampoco la hipótesis del ciberataque, a ver si así también conseguimos que la OTAN y Bruselas acepten la mejora del cuadro de luces y la compra de linternas como gasto en defensa.
El caso es que el Gobierno sigue en las mismas. Y por copiar su modus operandi en otras crisis o polémicas, ya han copiado incluso el último elemento que faltaba en todo esto: es decir, que una de las principales señaladas se lave las manos y asegure que no piensa dimitir.
Beatriz Corredor, presidenta de Red Eléctrica, después de estar callada durante todo el lunes del apagón y todo el martes siguiente, a primera hora del miércoles compareció, no en rueda de prensa para que todos los periodistas le pudieran hacer preguntas, sino ante los compañeros de la Cadena SER, Televisión Española y El País. Y lo hizo para decir fundamentalmente lo que han escuchado: que no dimite y que la culpa del apagón no fue suya.
Aquí hay que decir que el relato de Moncloa pasa por dejar caer poco a poco la idea de que, lo mismo, las compañías eléctricas no hicieron lo que tenían que hacer en el fatídico momento en el que desaparecieron 15 gigavatios del sistema eléctrico español. Claro, que los técnicos de Red Eléctrica descartaran el ciberataque en sus instalaciones descolocó bastante al Gobierno, que ya estaba alimentando la tesis del posible ciberataque para alejar la tesis del error de gestión. Pero esa misma hipótesis de Red Eléctrica es la que le sirve ahora al Gobierno para decir algo así como: "a nosotros no nos han hecho ningún hackeo", dejando la puerta abierta a posibles ataques a las propias compañías, a las que ahora también les están medio afeando que se dediquen a ganar dinero.
De hecho, hay terminales mediáticas del sanchismo que ya están recordando que, en el momento del apagón, el precio de producir energía era negativo y que a las compañías les costaba dinero producir energía. En fin, como dejando caer la idea de que, lo mismo, no hicieron todo lo posible por generar la energía estable que hacía falta generar, y que nosotros, como gestores de Red Eléctrica, pobrecitos de nosotros, lo único que hacemos es transportar la energía que otros producen.
Bueno, esto, como tesis o como relato, deja bastante que desear y está bastante pillado con pinzas. Primero, porque el Gobierno no puede sorprenderse, ahora ya con la edad que tiene, de que las eléctricas sean privadas y busquen el beneficio. Pero es que, además del beneficio, las eléctricas invierten miles de millones en mejorar sus centrales de producción energética. Y lo que piden al Gobierno —sin mucho éxito en los últimos años, por cierto— es que invierta en nuestro sistema energético precisamente para que no falle. Porque en los últimos años son muchas las voces autorizadas que se han quejado de lo mismo: no se está invirtiendo para actualizar un sistema que se está quedando obsoleto para la revolución que se está queriendo hacer. Es decir, el actual sistema no puede soportar sin sufrir alteraciones la entrada en el mix energético de un alto porcentaje de fuentes renovables.
En los últimos tiempos han sido infinidad las Casandras que han advertido de que se estaba jugando con fuego, ampliando demasiado el peso de las renovables en el “puchero” eléctrico de cada día, mientras se empujaba a las centrales nucleares a parar su producción a base de subirles los impuestos. Un ejemplo entre muchos otros es, por ejemplo, el señor Fernando Leirano, asesor energético que compareció el pasado mes de febrero —si no me falla la memoria— en una comisión del Congreso de los Diputados.
Red Eléctrica era y es la responsable de hacer la ensalada energética de cada día. Ninguna compañía eléctrica acopla o desacopla una de sus centrales al sistema sin el visto bueno de Red Eléctrica. Y es Red Eléctrica la que sabe que el actual sistema, mientras no se mejore, mientras no haya una tecnología más avanzada, necesita que le entre un porcentaje elevado de energía continua. De energía que entra —para que lo entendamos todos, aunque simplifiquemos mucho— de forma suave, de forma continua, sin demasiados picos y valles. Y eso te lo da la nuclear, a la que están haciendo la vida imposible. Y eso te lo dan las hidráulicas y las centrales de ciclo combinado que queman gas.
Y era Red Eléctrica, controlada por el Gobierno a través de la SEPI y presidida por una socialista puesta a dedo, la que sabía qué panorama había el pasado lunes: con las nucleares a medio gas, gracias a los rejonazos que le está pegando el Gobierno, y con bastantes centrales hidráulicas paradas ese día por cuestiones de mantenimiento. Y aun así, el operador decidió tirar adelante ese día con un 75 % de energía renovable, aun sabiendo que eso era jugar un poco a la tómbola del apagón. Porque las oscilaciones que provocan las fuentes renovables dificultan el encaje de bolillos que hay que hacer en cada momento para que al sistema no le entre, en ningún momento, más energía de la que puede consumir.
La ensalada, con su porcentaje de ingredientes —tanto de renovable, tanto de nuclear, tanto de hidráulica, tanto de gas— y el encaje de bolillos para mantener en todo momento el equilibrio, hay que reclamárselo a Red Eléctrica y no a las compañías privadas. Compañías a las que ahora no se les puede achacar de forma sibilina un margen de maniobra tan grande como para dormirse en los laureles o incluso hacer algo con maldad, que es ya lo que le falta al Gobierno por sugerir.
Las compañías energéticas privadas, si algo tienen, es regulación. Y la regulación es lo que no les permite hacer prácticamente nada sin la supervisión de Red Eléctrica. Por eso les digo que la teoría de "a ver si las malvadas eléctricas privadas han hecho algo mal" es difícil de sostener, por más que el Gobierno ya se haya encargado de exigirles los datos de la telemetría del día fatídico.
Miren, es que es obligatorio. Es obligación del Gobierno, a través de Red Eléctrica, garantizar que el sistema se vaya adaptando, tanto en mantenimiento como en introducción de nuevas tecnologías, para sostener el chute de energía renovable que le estamos metiendo. Y es el Gobierno —al que le sobran fondos europeos— el que no está sabiendo ni siquiera ejecutarlos para buscar la manera de actualizar y modernizar nuestro sistema eléctrico o para invertir en investigación. Para ser pioneros no solo en el consumo de energías renovables, no solo en ser los que más vamos a mata caballo en la introducción de fuentes renovables en el sistema eléctrico, sino también en las tecnologías que sean capaces de sostener esas energías renovables.
Y si todavía no lo tenemos, lo que toca es echar un poco el freno y no ser tan dogmáticos. Porque todos queremos un futuro limpio y no tener que depender de fuentes energéticas que nos ofrecen o el criminal de Putin o el chantajista de Trump. Pero eso hay que hacerlo al ritmo que se pueda y llevando de forma paralela la inversión económica necesaria.
Por eso es un poco tramposo el planteamiento que hacía en rueda de prensa la ministra de Transición Energética, Sara Aagesen.
Como para este Gobierno todo tiene que ser blanco o negro, nos quieren hacer elegir entre renovables o nuclear. Y no, no se trata de eso. Si le aplican sentido común, la mayoría de los españoles nos vamos a poner de acuerdo en una transición decidida pero razonable: apostar por las energías renovables, pero al ritmo que se pueda. Y si hay que mantener las centrales nucleares más allá de 2030, se mantienen. Y si hay que usar el uranio que hay en España, se usa —que no es mucho, pero somos el segundo país europeo que más tiene en su subsuelo, aunque la ministra diga que no lo tenemos.
Eso sería aplicar el sentido común y dejar de lado el mesianismo renovable, que es lo que denunció literalmente el socialista Jordi Sevilla como expresidente de Red Eléctrica. El Plan Nacional de Energía se diseñó desde un despacho —dijo— con demasiado mesianismo renovable. Y con todos esos avisos, algunos incluso desde la fila socialista, resulta que la culpa es de las compañías eléctricas.
Ni una crisis sin asumir su responsabilidad. Ni una advertencia técnica a tener en cuenta. Ni una sola pifia sin intentar echar la culpa a otros. Así es difícil avanzar como país.