El futbolín se ha convertido en un popular juego con presencia en todo el mundo, pero su creación se debe al español Alejandro Finisterre, un versátil poeta que en 1937 lo patentó. Nacido el 6 de mayo de 1919 en Finisterre, La Coruña, su vida estuvo marcada por la Guerra Civil, que lo obligó a exiliarse y a patentar el futbolín como entretenimiento para los mutilados republicanos.

El mismo Finisterre explicó en 1998 que la historia de este juego se inicia durante la Guerra Civil, en la que resultó herido por la explosión de una bomba en Madrid, que hizo que fuera evacuado a Cataluña. Allí, durante su convalecencia en el hospital de Montserrat, a sus 18 años ideó el "fútbol de mesa" ante la imposibilidad de los heridos de guerra de practicar el balompié. Tras la Guerra, Finisterre se vio obligado a exiliarse a Francia, Guatemala, Ecuador y México y, entre sus múltiples facetas, se dedicó a la poesía y a la edición de revistas culturales.

Este jueves en 'Herrera en COPE' le hemos preguntado a los oyentes por este juego. Entre todas las llamadas ha destacado la de Juan, que fabrica los populares futbolines Val. A sus 76 años, ha dicho que el futbolín es, junto con el ping pong y el billar, el único juego con el que no ha podido la tecnología.

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Juan ha dicho al principio los muñecos del futbolín llevaban las piernas unidas con una bolita, pero luego el mercado fue evolucionando hacia las piernas separadas. “Nosotros servimos los dos modelos”, ha dicho.

“Futbolines tiene desde 100 euros, pero eso es un juguete”, ha dicho el empresario, que vende los futbolines profesionales a 2.000 euros, con una garantía de 10 años, y los domésticos a 1.270 euros, con una garantía de cinco.

Entre las personas que han jugado a sus futbolines destaca el ministro de Ciencia, Pedro Duque, de quien tiene una foto en la Antártida jugando al popular juego; el presidente del PP, Pablo Casado; o el de la Junta de Andalucía, Moreno Bonilla. “Hay futbolines Val en todo el mundo”, ha dicho el empresario.