Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPE" en el expresidente de la Generalidad Valenciana Francisco Camps, que se enfrenta al último juicio pendiente del caso Gürtel:

Hoy se sienta en el banquillo un ciudadano que ha llevado sobre sus hombros, desde julio de 2011, las acusaciones de corrupto, malversador, sobornado y corrompido. Un periódico, de cuyo nombre no quiero acordarme, le dedicó 169 portadas, siempre acusándole de ser un delincuente. No ha habido ningún medio que al criminal más sanguinario, o al personaje más relevante del país, le haya dedicado tantas portadas. Y este hombre, que ya se ha sentado creo que en casi una docena de ocasiones ante los jueces, y que, hasta ahora, siempre ha salido absuelto, lo hace de nuevo, y creo que por última vez. Pero le condenen o le absuelvan, ya ha recibido una pena social y moral, que nadie se merece, y menos cuando va saliendo absuelto, juicio por juicio, y siguen las acusaciones, y sigue la persecución al chivo expiatorio que cualquier tribu necesita para absolverse de sus culpas individuales y colectivas.

Los que escribimos novelas sabemos que no hay nada más atrayente que ese personaje que está en lo más alto y, de repente, se hunde el pedestal , y es despachado del palacio, y condenado a ser un mendigo de afectos, porque excepto la familia y unos pocos amigos, todos huyen del presunto delincuente. Y esa peripecia es tanto más dramática, cuanto más injusta y más cruel sea la acusación de la tribu. En julio del año 2011, Francisco Camps era presidente de la comunidad autónoma de Valencia, y lo dejó al ser acusado de haber recibido unos trajes como regalo. Lo de los trajes fue archivado, porque nunca se probó, pero se fueron añadiendo acusaciones, y excepto de las riadas del siglo pasado en Valencia, Francisco Camps fue acusado de casi todo. Él y Rita Barberá pusieron a Valencia en el mapa de la modernidad. A Rita la matamos a escraches y desprecios, que no pudo resistir. Francisco Camps ha salido más fuerte, pero es ese héroe terrible que nadie quisiéramos ser, ese protagonista de la persecución sádica de una sociedad que acepta que ser investigado es una condena, y el mostrenco “cuando el río suena agua lleva”. Ignoro lo que dirán los jueces, pero ya ha sufrido la condena de 11 años y siete meses de persecución. Y, sin representar a nadie, sólo quisiera decir esto. “Perdón, Francisco Camps, por estos años de tremenda injusticia, que nadie se merece”.