Antonio Agredano y los nombres originales: "Más allá de la palabra, está lo que nos habita por dentro"
El cronista de Herrera en COPE habla de esos nombres originales que tienen nuestros Fósforos

Nombres originales, por Antonio Agredano | Crónicas Perplejas
Publicado el - Actualizado
2 min lectura2:29 min escucha
Rolland Garros, Mérida, Regla o Halley... son algunos de los nombres originales que nos dan nuestros Fósforos y con los que Antonio Agredano arma sus Crónicas Pérplejas.
nombres originales
ESCUCHA AQUÍ 'CRÓNICAS PERPLEJAS'

Nombres originales, por Antonio Agredano | Crónicas Perplejas
De adolescente me daba mucho coraje cuando llamaban a casa preguntando por Antonio y mi madre preguntaba: «¿El padre o el hijo?». Como casi siempre era para el hijo, o sea, para mí, yo me sentía sin identidad. Como un secundario que andaba por allí. A los quince años uno tiene demasiadas tonterías y la sensibilidad lo devoraba todo.
Antonio es un nombre que nunca me ha gustado. Envidiaba a mi amigo Santiago o a mi primo Sebastián. Eran nombres menos vistos, más rotundos, más adultos, y Antonio, para mí, sólo era un legado, el de mi padre, el de mi abuelo… hasta mi bisabuelo era Antonio. Para colmo, en mi casa me empezaron a llamar Antoñín, empequeñeciendo aún más lo que yo era. Y aun hoy, cuando vuelvo a Córdoba, mi familia me llama así. A un tío de 1,82 y 90 kilos. Antoñín.
Como en mi clase había tres o cuatro antonios, todo el mundo me empezó a llamar Agredano y mis amigos me llamaban Agre y con eso me quedé durante el resto de mi vida. Yo siempre quise tener dos hijas y llamarlas Teresa y Julieta. Las imaginaba con personalidad, desordenadas, batalladoras, bellas -por herencia de su madre, porque siempre tuve novias guapas-… pero al final la vida me dio dos enanos ruidosos y ni siquiera elegí yo sus nombres, Fidel y Mauro se llaman; de tan empeñado que estaba yo con la Teresa y en la Julieta que ya nunca tendré, llegado el día de bautizarlos, delegué.
Por eso pienso, pasado ya el tiempo, que los nombres tampoco son tan importantes. Que luego van y vienen o se adaptan y mutan. Que el carácter no lo dan un puñado de letras. Y que un Héctor puede ser un adulto vulgar y que un Pepe puede ser el amor de tu vida. Que un niño llamado Juan puede ser tan buen futbolista como otro llamado Enzo. Grandes amores me han dado las maricarmenes, por ejemplo. Y que una Berenice puede ser ministra o camarera en una cafetería, pero lo importante es su felicidad, sus afectos y su camino de vida.
Porque más allá de la palabra, está lo que nos habita por dentro. Y para ser únicos no hay que mirar el DNI, sino preguntar a quien te conoce y ver cómo les brilla la mirada al hablar de ti. Porque eso siempre ha sido más importante que cualquier nombre.



