Primero se ha celebrado una misa en la iglesia de Saint-Étienne-du-Rouvray, donde fue asesinado. El arzobispo de Rouen, Dominique Lebrun, ha dicho que el Padre Hamel había encontrado el tesoro de la vida, que es Cristo, y toda su acción estaba marcada por ese hecho. Posteriormente tuvo lugar una conmemoración civil.

El ministro del Interior, Gérald Darmanin, afirmó que “matar a un sacerdote (...) es intentar asesinar parte del alma nacional, y pidió no olvidar que el padre Hamel murió bajo los golpes de una infame crueldad, cometida en nombre de una ideología asesina. A la celebración se sumó a través de las redes sociales el Primer Ministro Jean Castex, recordando que “Francia descubrió Jacques Hamel y sacó de él la fuerza para unirse frente a la barbarie y el oscurantismo”.

Por su parte el Presidente de la Conferencia Episcopal, Éric de Moulins-Beaufort, señaló que “la brutalidad de aquel crimen ha permitido ver que junto a las fuerzas del odio en nuestro mundo hay también fuerzas de perdón, reconciliación y confianza mutua. Y subrayó que los ciudadanos de esta pequeña ciudad normanda “han aceptado entrar en la lógica de la misericordia, que es el regalo que Cristo da a sus discípulos”.

El Presidente de la Conferencia Episcopal expresó también su respeto y gratitud a todos los musulmanes que quisieron expresar su rechazo a la violencia y tuvieron palabras y gestos para expresar su amistad y compasión, y que mostraron vergüenza por el hecho de que su fe fuese manipulada de tal forma.

El postulador de la causa de beatificación del P. Hamel, Paul Vigouroux, recordó que en aquella ocasión “el odio no prevaleció, la Iglesia supo llamar al diálogo y al perdón, sin dejar de anunciar su mensaje de paz y fraternidad”. La figura del P. Hamel ha traído a la luz algo profundo en el alma francesa, el recuerdo de muchos sacerdotes que trabajan en las ciudades y en el campo sin hacer mucho ruido, llevando el consuelo y la esperanza en los pequeños o grandes dramas de la vida.