Sin que todavía se conozca cómo quedará el proyecto de ley de protección de los derechos del concebido y de la mujer embarazada, se desarrolla el debate en el marco de una batalla electoral que juega con la vida humana como arma ideológica. El presidente del Gobierno revelaba ayer en el Congreso que su proyecto, en sustancia, es una vuelta a la ley de supuestos aprobada en 1985, ajustada a la doctrina del Tribunal Constitucional sobre la protección del “nasciturus” como bien jurídico. Esa ley se convirtió en un coladero por la falta de rigor a la hora de ponerla en práctica. Parece que eso es lo que se pretende corregir ahora, ante la radical oposición de la izquierda heredera del zapaterismo, que ha convertido el aborto en una bandera de libertad de la mujer contrapuesta al derecho a la vida del no nacido.Alfredo Pérez Rubalcaba ponía el acento en que los tiempos han cambiado desde que se adoptó la ley, hace treinta años, y que ahora debe prevalecer el derecho a decidir de la mujer por encima del derecho a la vida. Hay en esta afirmación una dramática renuncia al uso de la razón, una voluntad sistemática de no entrar en el fondo de la cuestión. Ahí radica la profunda  crisis moral y cultural de occidente que ha propiciado una amplia aceptación del aborto en nuestras sociedades. Sin embargo en la sociedad española se ha mantenido vivo ese debate, que ahora llega a la tribuna parlamentaria. Rubalcaba actúa con profunda irresponsabilidad al identificar ese movimiento profundo con la extrema derecha. Es la mejor expresión de  escasez  intelectual y mezquindad política.