"Acompañamos a mujeres y criaturas con vulnerabilidad extrema”: así trabajan las educadoras e integradoras sociales con víctimas de violencia
Son el primer apoyo en procesos largos y profundamente humanos

Entrevista a trabajadoras que acompañan a mujeres víctimas de violencia
Euskadi - Publicado el
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Cuando una mujer cruza por primera vez la puerta del CARME, a veces no lo hace sola. A menudo va acompañada de sus hijos e hijas, con una maleta a medio hacer y una vida recién rota.
“Llegan rotas, con miedo, a veces con hijos pequeños que también necesitan recomponerse.”
Así lo describen las profesionales de este centro de acogida de media estancia para víctimas de violencia machista en Álava.
Son educadoras e integradoras sociales, formadas en trauma, salud mental, igualdad y violencia, que trabajan en red para acompañar en ese proceso lento y profundo: recomponer una vida que alguien ha intentado romper.
Lo primero es ofrecer un lugar seguro
Las mujeres y sus hijos e hijas llegan a este recurso después de pasar por un primer centro de urgencia. Muchas vienen con estrés extremo, en crisis, con miedo. Necesitan parar, respirar y sentirse protegidas para empezar el proceso de reconstrucción.
Ese proceso es complejo. “Les ayudamos en el área judicial, administrativa, laboral, formativa y social, dice María Pérez, delegada de personal e integradora social. A veces toca acompañarlas a comisaría, al juzgado, a recursos sanitarios o educativos. Es una intervención de intensidad alta que requiere tiempo y constancia.

Trabajadoras de CARME protestan por los recortes
Una labor silenciosa, pero esencial
Lidia, educadora social especializada en igualdad, lo resume así: “Sobre todo acompañamos: emocionalmente, administrativamente, en su recuperación. Y lo que hace que esto funcione es el equipo. Es lo que nos quieren reducir.”
Durante una estancia media de seis meses, estas profesionales sostienen un recurso que ayuda a las mujeres a iniciar un nuevo camino. Les asignan una referente por familia, trabajan con perspectiva de género, y atienden también las necesidades emocionales y educativas de los menores.
“No somos psicólogas", pero cuando hay listas de espera interminables, también hacen ese acompañamiento emocional lo mejor que pueden.
Un trabajo que no se improvisa
La formación y la experiencia acumulada son clave. Este trabajo no se puede hacer de cualquier manera. Requiere implicación, cuidados también para las que cuidamos, y estructura estable.
Sin tiempo y sin equipo suficiente, no pueden ofrecer la atención digna que estas mujeres merecen.

El trabajo de integradoras y educadoras es fundamental
El recorte que amenaza
El nuevo pliego foral prevé una reducción del 38 % en la plantilla del CARME. Eso implica la pérdida de siete puestos de trabajo en un servicio que, según sus trabajadoras, ya va justo para poder cubrir adecuadamente las necesidades.
Ayer mismo, las profesionales salieron a la calle en Vitoria-Gasteiz para denunciarlo. No sólo por sus empleos, insisten, sino por las mujeres y criaturas que necesitan un lugar seguro, estable y con manos suficientes para sostener su proceso.