Oyarzabal, eficiencia y liderazgo desde la raíz obrera de Eibar
Oyarzabal, nacido en Eibar y consolidado en la élite, sostiene a la Real y a la Selección con un liderazgo silencioso que desmonta debates desde el trabajo.

Mikel Oyarzabal en su hábitat natural, el trabajo en Zubieta.
San Sebastián - Publicado el
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En Donostia y en Madrid, en Zubieta y en Las Rozas, se repite la misma conclusión: Mikel Oyarzabal es hoy uno de los futbolistas más influyentes del fútbol español. Y lo es sin ruido, sin narrativa impostada, sin la necesidad de ocupar el centro de un debate que, una vez tras otra, acaba desactivando con hechos. El jugador nacido en Eibar, ciudad que ha forjado generaciones enteras desde el trabajo y la reivindicación civil, se ha convertido en la representación más pura de esa pedagogía social: constancia, compromiso y eficacia sin aspavientos.
Su reciente partido número 50 con la Selección, alcanzado en Georgia durante el 0–4 que prácticamente abrochó el billete al Mundial, funciona como un hito que explica su trayectoria. No entra en la categoría del talento disruptivo que irrumpe para agitar jerarquías. Pertenece, más bien, al linaje del futbolista que escala peldaños desde la meritocracia. Debutó en 2016 ante Bosnia cuando aún no había cumplido los veinte, pasó por la Sub-21 campeona de Europa, y necesitó años –no meses– para consolidarse entre los fijos de la absoluta.
Un capitán que produce como un nueve de élite europea
La imagen pública de Oyarzabal siempre ha sido la del futbolista fiable, capaz de interpretar varios registros y de mantener la productividad en cualquier escenario. Pero los datos de las Eliminatorias UEFA elevan su figura a otra escala: nueve participaciones de gol (cinco tantos y cuatro asistencias), lo que lo coloca en el top-5 del continente, junto a Haaland, Depay, Retegui o Arnautovic. En España, nadie produce más.
Estas cifras no responden a una casualidad estadística, sino a un cambio de rol plenamente asumido. Luis de la Fuente le ha situado como referencia ofensiva, un delantero centro funcional, no por definición posicional sino por comprensión táctica. Mikel interpreta los apoyos, el desmarque corto, el ataque al intervalo y la ocupación del área con la naturalidad de quien lleva toda la vida resolviendo problemas desde la creatividad y el trabajo asociativo. La RFEF recoge en sus informes técnicos cómo su presencia ordena al equipo y facilita estructuras ofensivas estables.
Desde que De la Fuente asumió el cargo, Oyarzabal suma 15 goles en 23 partidos, el mejor registro de la era. Y lo más relevante: aparece en los días que deciden. Marcó en la final de Berlín ante Inglaterra, firmó goles en dos finales de Liga de Naciones y dejó su sello en Tokio. Nadie representa mejor la idea de futbolista que emerge cuando el contexto exige oficio y colmillo.
Real Sociedad: liderazgo callado para tiempos de reconstrucción
En el ecosistema txuri-urdin, Oyarzabal ejerce un liderazgo similar. No necesita altavoces porque lo sostiene todo lo que hace en campo y fuera de él. La Real Sociedad, que ha vivido un arranque complejo y una posterior reconstrucción de juego y automatismos, encuentra en su capitán una figura estabilizadora: se ofrece en momentos de atasco, asume la responsabilidad ante el gol y corrige desde el comportamiento, no desde el gesto.
En Zubieta valoran especialmente su coherencia interna. Su estilo de liderazgo se aproxima más al del capataz que al del portavoz. Ordena, conecta y sostiene. Es la pieza que transmite continuidad incluso cuando el equipo atraviesa turbulencias. Su impacto emocional y competitivo es tan profundo como su impacto estadístico.

Oyarzabal muestra el escudo de la Real Sociedad, club por el que está demostrando una lealtad inquebrantable EFE/Juan Herrero
La entidad lo refleja en sus comunicaciones oficiales, como en sus informes de seguimiento y entrevistas (Real Sociedad, target="_blank"), donde se subraya su rol estructural en la plantilla: ejemplo de profesionalidad, disciplina y adaptación constante a las necesidades del equipo.
La creación perfecta del proletariado futbolístico
Lo verdaderamente singular de Oyarzabal es que su figura permite reconectar el fútbol profesional con sus raíces sociales. Eibar, capital histórica de la metalurgia, del sindicalismo cívico y de la conciencia obrera, se reconoce en él. No por impostura, sino por coherencia. Su manera de competir no se explica solo por lo aprendido en Zubieta; se explica, también, por la cultura de origen: esfuerzo acumulado, reivindicación sin estridencias, ambición sin límite y ausencia de triunfalismo.
Por eso su crecimiento deportivo encaja tan bien en el discurso de la Real y en la identidad de la selección actual: representa la fiabilidad del que siempre suma, del que trabaja para que los demás brillen, del que desactiva cualquier discusión con una acción simple pero decisiva. Ese tipo de liderazgo tiene más valor que nunca en un fútbol donde abundan los focos, pero escasea el compromiso silencioso.
Quizá por eso, cuando se analiza su impacto, la pregunta que emerge no es si llegará más lejos, sino hasta dónde está dispuesto a seguir empujando desde la responsabilidad. Dado su momento de forma, su madurez y su vínculo casi pedagógico con el trabajo, la respuesta parece clara: tan lejos como lo empuje su propio oficio.



