¿Menores enganchados a las pantallas en verano? Este es el consejo de un experto
La edad media de inicio de exposición a las pantallas es de 11 años en Navarra

Niño usa el teléfono móvil y una tablet.- Eduardo Parra - Europa Press - Archivo
Pamplona - Publicado el
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En plena temporada estival, cuando los días se alargan y las rutinas escolares se diluyen, en Cope Navarra ponemos el foco, en nuestro espacio "Escuela de Familia", en el uso o incluso, el abuso, de las pantallas.
En Navarra, al igual que en otras comunidades, también hay preocupación respecto al uso de las pantallas por parte de los menores. De hecho, según el último informe de los responsables del programa Suspertu de Proyecto Hombre, el abuso de las pantallas es especialmente alarmante entre los adolescentes, “con unas edades de inicio que llegan a los 11-12 años”.
Para tratar esta problemática, hablamos con Raimon Pelach, desde la Asociación Navarra de Pediatría, quien advierte de que “muchos padres no saben hasta qué punto puede ser problemático” un abuso de las pantallas por parte de sus hijas e hijos. El salvavidas que puede hundir
UN SALVAVIDAS QUE PUEDE HUNDIR
Durante el curso escolar, los niños están ocupados gran parte del día: colegio, extraescolares, deberes... Pero cuando llega el verano, ese calendario repleto de actividades se transforma en un vacío que puede ser abrumador tanto para padres como para hijos. “La pantalla aparece como un salvavidas, algo que calla, entretiene y ocupa. Pero si abusamos de ellas, acabamos desconectando emocionalmente de nuestros hijos”, apunta Raimon.
En lugar de convivir, muchos adultos optan por ofrecer un dispositivo como distracción. “Los niños no piden pantallas, piden tiempo. Están demandando presencia, atención, compañía. Y nosotros, en lugar de ofrecer eso, les damos una tablet o el móvil. Ese es el gran error”, denuncia en los micrófonos de Cope Navarra. La pérdida del deseo y del juego
DEMASIADOS ESTÍMULOS
Raimon explica una anécdota que ilustra cómo ha cambiado la infancia en pocos años. “Antes un niño soñaba con tener una pelota para jugar. Ahora tienen diez y no saben con cuál hacerlo. Hemos saturado de estímulos y quitado el deseo”, advierte.
De hecho, Pelach, pone un ejemplo sobre una escena familiar reciente: tres niñas, de cinco, seis y ocho años, pasaron una hora completamente absortas en la lectura de un libro junto a su abuela. “No había pantallas. Solo un libro con juegos de pistas. Ellas mismas se sorprendieron de cuánto habían disfrutado. Lo que marca la diferencia no es la tecnología, es el tiempo compartido con sentido”, asegura. Aburrirse es necesario
ABURRIRSE ES NECESARIO
Uno de los mensajes clave que deja el experto es que el aburrimiento no solo no es malo, sino que es necesario. “Cuando un niño dice ‘me aburro’, yo respondo ‘enhorabuena, querido’. Porque ahí empieza su imaginación. El aburrimiento es la puerta de entrada a la creatividad”, explicó.
Esa falta de imaginación, precisamente, es uno de los déficits que Raimon observa en las aulas a través de orientadores y tutores. “Los niños se frustran con facilidad porque no saben tolerar el vacío. Están acostumbrados a estímulos constantes. Y claro, aburrirse en clase no es lo mismo que aburrirse en casa, donde puedes elegir inventar algo nuevo”. Normas claras, mensajes firmes
NORMAS CLARAS Y SER EJEMPLO
Llegados a este punto, te puedes estar preguntando: ¿Qué hago entonces cuando un niño pide ver el móvil en un restaurante? ¿O insiste en usar la tablet todos los días?
Raimon es claro: “No hay que tener miedo a decir que no. Si hoy no se lleva la tablet, se explica, sin grandes discursos. El problema es ceder. Cuando los padres ceden una vez, el niño entiende que puede volver a conseguirlo”, dice. Y añade una anécdota reveladora: “Un niño en consulta me confesó: ‘Yo le pido cosas a mi madre que creo que me va a decir que no… y me dice que sí’.
Para Raimon, poner límites no es castigar: es cuidar. “Las normas y límites transmiten seguridad. Eso es lo que necesitan: saber hasta dónde pueden llegar. Lo entienden mejor de lo que creemos”. El ejemplo adulto, clave para educar
Los adultos también tienen que estar dispuestos a reinventarse. “Si vas a comer con niños, llévate un lápiz y un papel. Invítales a dibujar el postre o a imaginar cómo será la comida. No es tan difícil. Solo requiere implicación, anticipación y creatividad. Justo lo que estamos tratando de fomentar en ellos”, afirma.
Incluso los gestos más sencillos pueden marcar la diferencia. “Una cuchara puede ser una nave espacial si el niño tiene espacio para imaginar. Pero si siempre le das una pantalla, lo condicionas a esperar estímulos externos”. Más tiempo real, menos virtual
MÁS TIEMPO REAL Y MENOS TIEMPO VIRTUAL
En definitiva, el mensaje que deja en Cope Raimon es claro: menos pantalla, más vínculo. “La pantalla no es mala en sí, tiene usos útiles. Pero no puede sustituir al tiempo real, al juego, a la conversación, a la atención compartida. Porque educar también es estar presentes, incluso en el aburrimiento”, concluye.
Con el verano todavía en pleno auge, la propuesta es sencilla y desafiante a la vez: imaginar juntos, convivir más allá de las pantallas y confiar en que los niños pueden mucho más de lo que parece.