El regreso del Simca 1200: una historia de amor al motor y a la familia en Lugo

Un coche olvidado durante 32 años en una "palleira" de A Fonsagrada cobra nueva vida gracias al amor por los recuerdos y la pasión por los clásicos

El coche que vio la luz 32 años después
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Chema Núñez

El regreso del Simca 1200 parado más de 32 años

Chema Núñez

Lugo - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

En enero de 1977, Juan José López Fernández, un niño de cinco años, vivía uno de los días más emocionantes de su infancia. Su padre llegaba a casa con un coche nuevo, un Simca 1200 blanco, el primer vehículo que estrenaba la familia. Desde que supo de su llegada, Juan no pensaba en otra cosa que en tocar la bocina, una promesa que su padre le había hecho antes de ir a buscar el coche.

Cuando el Simca llegó de noche a la casa familiar de A Fonsagrada, Juan bajó corriendo las escaleras más rápido que nunca. "Foi a vez que menos tempo me levou baixar as escaleiras", recordaba con nostalgia. Al sentarse por primera vez en el asiento, girar el volante y ver las luces del cuentakilómetros, su entusiasmo era inmenso. Pero en medio de tanta emoción, olvidó tocar la bocina, el gran sueño de aquel día. Entre lágrimas de frustración, su padre, con su característica paciencia, lo acompañó de nuevo al coche para cumplir su deseo. Ese simple gesto marcó el inicio de una profunda conexión emocional de Juan con el mundo del motor.

El coche que nunca quiso abandonar

El Simca 1200 no solo fue el primer coche de su padre; también fue el primero de Juan al obtener su carnet de conducir. Aunque el vehículo ya mostraba signos de desgaste, Juan siempre se resistió a enviarlo al desguace. La memoria de su padre, fallecido prematuramente, y los recuerdos asociados a aquel coche lo ataban a él de una manera que iba más allá de lo material.

Juan José el propietario del Simca 1200

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Juan José, el propietario del Simca 1200

Incluso cuando tuvo la opción de adquirir un coche nuevo tras finalizar sus estudios de Arquitectura Técnica, Juan rechazó un vehículo moderno valorado en cuatro millones de pesetas para hacerse con un Lancia Delta HF Turbo Integrale rojo usado, otra de sus pasiones. "Sempre escollín o lado sentimental", explica Juan, resumiendo una filosofía de vida centrada en los afectos y las historias que los objetos representan.

Una reliquia en el olvido

El Simca 1200 blanco, con matrícula LU-5370-C, permaneció durante 32 años en una "palleira" -granero- de la casa familiar en Queixoiro, A Fonsagrada. Durante este tiempo, el vehículo fue deteriorándose lentamente. La chapa presentaba numerosos puntos de óxido, el cambio había sido sustituido en sus últimos días de vida activa, y su exterior estaba cubierto de excrementos de "curuxa" -lechuza- que anidó en el alpendre donde descansaba.

Pero Juan nunca perdió la esperanza. Decidió que era el momento de devolverle la vida a esta reliquia familiar y buscó al mejor especialista en restauración de coches clásicos en Galicia. Así llegó hasta Joel, un joven artesano de Arteixo que dirige Dreamland Garage conocido por su habilidad para transformar coches clásicos en joyas automovilísticas.

El rescate del Simca

Con la ayuda de tres amigos de la infancia, Oliverio, José y Miguel, Juan enfrentó la tarea de sacar el coche del granero donde había permanecido más de tres décadas. "Non foi fácil de sacar", confiesa Juan, pero la colaboración de estos amigos, que siguen siendo parte importante de su vida, hizo posible trasladar el vehículo hasta el taller en Arteixo.

El Simca 1200 ya está en manos de Joel y su equipo. Pronto, el vehículo que marcó los primeros pasos de una pasión por el motor renacerá, como un homenaje a los recuerdos de infancia y al legado familiar. Esta historia, que comenzó con el sueño de un niño por tocar una bocina, está a punto de sumar un nuevo capítulo lleno de emoción y nostalgia.

Dreamland Garage se pone con las piezas

Joel en Dreamland Garagen

Chema Núñez

Joel en Dreamland Garagen

Joel, el joven mecánico y restaurador de coches antiguos, sabe muy bien lo que hay que hacer con esta pieza de museo. Su enfoque es metódico: realizar un escandallo y trabajar con paciencia, como si se tratara de pelar las capas de una cebolla. Este proceso le permite evaluar qué componentes pueden salvarse, cuáles necesitan ser reemplazados y, en algunos casos, qué partes deberán fabricarse desde cero.

En su taller, donde también cuenta con la ayuda de su mujer Nuria, una parte imprescindible del día a día, los vehículos destinados al desguace renacen. La sensibilidad de los propietarios, combinada con el enfoque personalizado de Joel, se conjugan para crear un resultado final que, en ocasiones, supera incluso al modelo original que salió de fábrica. Cada coche que pasa por sus manos se convierte en una obra de arte que rinde homenaje a la historia y la pasión por el motor.

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