Yo doné mi cuerpo a la ciencia y me lo pasé pipa
El cuarto Concierto Sensogenoma repitió el éxito de ediciones anteriores: te contamos en primera persona cómo es posible colaborar con una investigación científica... y disfrutar al mismo tiempo

Seguimos paso a paso el cuarto concierto experimental que investiga los lazos entre música y genética
Santiago - Publicado el - Actualizado
7 min lectura
Seis y media de la tarde: queda justo una hora para que comience Sensogenoma 25. Como en cualquier concierto, también en este hay que hacer varias colas antes de entrar al espectáculo: pero aquí, la espera no es ni para dejar algo a buen recaudo en el ropero, ni para coger una bebida en la cafetería ...ni para ir al baño. Estamos en una cita con la investigación científica, así que para entrar al salón principal del Auditorio de Galicia hay que aportar rastros genéticos.
150 personas acudimos en esta ocasión como donantes a este proyecto que investiga cómo la música incide más allá de nuestras emociones, también en nuestra genética. Para ello, tengo que dejarme pinchar un dedo para llenar una pequeña pipeta con sangre, que me metan un papelito en un ojo para extraer lágrima y luego, que me coloquen un sensor en la mano para que quede registrado si la música que vamos a escuchar me altera el pulso o me pone los pelos de punta.

La toma de sangre se hace al principio del concierto, en el intermedio y al final
Lo tercero es lo que llevo peor: no voy a poder aplaudir en ningún momento y mi intuición me dice que me va a apetecer mucho. El pinchazo y el papelito en el ojo, pan comido. En parte, porque todas y cada una de las personas voluntarias que están entre bambalinas en este proyecto te transmiten el enorme entusiasmo de los grandes acontecimientos.
¿en estos dedos tan fríos... hay sangre?
Dos enfermeras veteranas bromean sobre si de mis dedos fríos se podrá sacar sangre suficiente para la muestra: mientras una intenta que me entren en calor, recordamos el refrán aquel de “manos frías, amores todos los días, manos calientes, amores presentes… ¿o era ausentes?” Estrujando el meñique, resulta que sí tengo sangre en las venas.

Prohibido aplaudir cn el sensor en la mano...
Paso del recibidor a una de las salas auxiliares del auditorio: allí me espera una joven pediatra, Ana, que comparte también su entusiasmo por el proyecto Sensogenoma mientras me mete una pequeña tira de papel en el ojo. Me cuenta que lleva desde el principio colaborando: “te va a encantar, ya verás! Yo es que además soy del equipo del profesor Antonio Salas...así que tenemos que apoyarlo!”. Todas mis muestras van quedando etiquetadas con las pegatinas que me han dado nada más llegar: en mi aventura Sensogenómica, soy “2025-C-1117”

La donación de lágrima se hace antes de empezar el concierto y al finalizar
Vuelvo al recibidor y me cruzo con Laura Navarro, musicóloga e investigadora del equipo Sensogenoma: “confiábamos en la impuntualidad española y mira…” dice señalando a la gente que aguarda pacientemente para dejar las primeras muestras. “Todo el mundo ha venido a la hora o incluso antes!” exclama entre risas. Pero aquí todo el mundo sabe qué tiene que hacer, así que la cosa va ligera.
Otra grata sorpresa en el recibidor: me encuentro a una compañera de Cope que viene “sólo” en modo donante. Amelia aún no lo sabe...pero hoy me alegro doblemente de verla porque entre micrófono, cables, grabadora, sensor, bolsita de pegatinas e hisopos, lo de contar con “pinche de cocina” me viene de perlas.

Amelia participa por primera vez, igual que yo, como donante en Sensogenoma
Me cuenta que “sabía que existía este proyecto Sensogenoma, pero que hasta este año no se había enterado bien de cómo participar”. Pues para dentro, a ver si encontramos sitio juntas.
Es la primera vez desde que está en marcha esta investigación que se hace un único concierto con público "aparentemente sano" junto a personas que padecen algún tipo de enfermedad neurodegenerativa: el proyecto es totalmente inclusivo desde que empezó, y este año, todavía más.
Antes de que empiece a sonar la música toca meter en la boca el hisopo para tomar la primera muestra de saliva. Mientras nos pasamos la caja para ir depositando los tubos, a mi lado una chica me cuenta que ya participó el año pasado pero "sólo" como oyente. Este año "no se pudo resistir" y vino como donante. Del otro lado, una monitora ayuda a varios asistentes con problemas de movilidad a hacer la recogida de la muestra. Todo el mundo está entusiasmado y preguntándose qué vamos a escuchar. "El año pasado tocaron varias conocidas" susurra alguien detrás, cuando se apagan las luces.

Antes, en el intermedio y al final del concierto se recogen las muestras de saliva
Porque ese es una de las claves: entramos a ciegas, sin programa de mano que nos diga qué vamos a escuchar... y que así, la reacción ante la música sea totalmente espontánea. Sí sabemos que la primera parte será de repertorio algo más "emotivo", mientras en la segunda las piezas serán más movidas.

El Auditorio de Galicia se llenó para el cuarto concierto Sensogenoma
Murmullos cuando arranca la Real Filharmonía, porque buena parte del público parece reconocer ya en los primeros compases la Suite de El Lago de los Cisnes. Con las que vienen después ya hay más dudas, así que a mi alrededor se enciende de vez en cuando alguna pantalla de móvil, rastreando la banda sonora de Braveheart o un intermezzo de Puccini.

La Real Filharmonía de Galicia, en la primera parte del concierto Sensogenoma
mochilas vibratorias para el público sordo
En primera fila han sentado a un grupo de personas sordas que por primera vez participan en el proyecto Sensogenoma, asistidos por intérpretes, portando una mochila que recuerda a un chaleco antibalas que les permite percibir las ondas musicales. En cuanto puedo levantarme de mi asiento, busco a alguien que me cuente cómo ha sido la experiencia.
Alfonso, con la ayuda de una intérprete, me explica que es la primera vez que asiste a un concierto de música clásica: "soy una persona muy curiosa y quería saber cómo es esto de las vibraciones, qué se sentía". "Ha sido agradable", así que no descarta asistir a más citas como esta en el futuro.

Alfonso es sordo y cuenta cómo ha sido la experiencia de asistir a un concierto con mochila vibratoria
Después del intermedio para la nueva toma de muestras volvemos a la sala donde es la Banda Municipal de Música de Santiago la que nos hace vibrar en la segunda parte del concierto. Me doy cuenta de que ha cambiado la iluminación: del azul, el escenario ha pasado a tonos más cálidos y la música enseguida nos espabila. De nuevo, teléfonos rastreando repertorio tantas veces escuchado...pero al que muchos no le ponemos título. Kabalevski, Dvorák, Prokóviev...hasta que llega la marcha de los Toreadores de Carmen y de nuevo, murmullo unánime de aprobación en el auditorio.

La Banda Municipal de Música se encargó de la segunda parte del concierto
Disfruteino moito, e ademáis, é por unha causa noble!
Donante con daño cerebral
Se encienden de nuevo las luces... y se apagan los sueños. Toca volver a recoger saliva, lágrima y sangre, con la sensación de que todo se ha pasado en un abrir y cerrar de ojos. Mientras esperamos para salir ordenadamente y que no se colapsen los puntos de toma de muestras hablo con la gente que hay a mi alrededor y compruebo que no soy yo la única emocionada.
"Me encanta venir... y todo lo que sea contribuir a los estudios genéticos, voy a donde sea!", me asegura una de las nuevas donantes de camino al pinchazo. A todos nos ha sabido a poco: me lo dicen también Anxo y Alexia, que han venido con otros compañeros de Dano Cerebral Santiago de Compostela, una de las asociaciones de pacientes que colabora en el proyecto. "Fue fabuloso, una experiencia inolvidable!"

Todo el mundo se muestra encantado de participar en la experiencia
Me despido de Alexia mientras se acerca a nosotras uno de los investigadores principales del proyecto, el doctor Federico Martinón... que resulta que fue su profesor hace un tiempo en la Escuela de Enfermería: todos estamos conectados. Alexia aprovecha para saludarlo y darle las gracias por la iniciativa...y yo, para que me cuente cómo ha ido la cosa desde dentro.
Ya hemos probado que no es algo romántico... hay algo molecular en lo que nos produce la música
Investigador principal del proyecto Sensogenoma

Federico Martinón es uno de los investigadores principales del proyecto Sensogenoma
Martinón está encantado con la respuesta que un año más ha tenido el llamamiento a la donación para el proyecto que recuerda, ya ha conseguido mostrar "hallazgos sorprendentes: no sólo que la música es capaz de modificar la expresión de nuestros genes, sino que en las personas con ciertas patologías, como trastornos neurodegenerativos, el número de genes que se estimulan con la música es el doble que en una persona sana y además la dirección en la que se estimulan los genes es compensadora de los defectos que tienen por su enfermedad"
Me viene a la cabeza lo que me comentó hace unos días su compañero al frente de la investigación, Antonio Salas: "alguno puede pensar que estamos chiflados... pero porque no se ha preocupado en entender las bases del proyecto... y de lo que tratamos es de entender las bases de las emociones"
Queda un paso... tal vez de gigante aún, para que nos puedan recetar medicamentos de Bach o Chaikovski, pero estamos en camino.

Antonio Salas es uno de los investigadores que lidera el proyecto Sensogenoma